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sábado, 15 de febrero de 2014
miércoles, 12 de febrero de 2014
Religión en la Roma antigua
Religión en la Roma antigua
La religión romana consistía, igual que entre los griegos, más en un conjunto de cultos que en un cuerpo de doctrinas. Había dos clases de cultos: los del hogar, que unían estrechamente a la familia, y los públicos, que estimulaban el patriotismo y el respeto al Estado. En la época imperial se añadiría el culto al emperador. En términos generales, se trataba de una religión tolerante hacia todas las religiones extranjeras, pues los romanos acogieron a dioses griegos, egipcios, frigios, etc. También era una religión contractual, pues las plegarias y ofrendas se hacían a manera de pacto con los dioses, es decir, para recibir favores, y si el creyente entendía que la divinidad no le cumplía, dejaba de rendirle culto.
La religión romana consistía, igual que entre los griegos, más en un conjunto de cultos que en un cuerpo de doctrinas. Había dos clases de cultos: los del hogar, que unían estrechamente a la familia, y los públicos, que estimulaban el patriotismo y el respeto al Estado. En la época imperial se añadiría el culto al emperador. En términos generales, se trataba de una religión tolerante hacia todas las religiones extranjeras, pues los romanos acogieron a dioses griegos, egipcios, frigios, etc. También era una religión contractual, pues las plegarias y ofrendas se hacían a manera de pacto con los dioses, es decir, para recibir favores, y si el creyente entendía que la divinidad no le cumplía, dejaba de rendirle culto.
Publicado por Jamila Saddiki.
V Costumbres de la Antigua Roma
Diversiones
El pueblo romano en los tiempos libres presenciaba sangrientas luchas en el circo y disfrutaba de los baños públicos.
El Circo romano:
El Circo romano es una de las instalaciones lúdicas más importantes de las ciudades romanas. Junto con el teatro y el anfiteatro forma la trilogía de equipamientos para divertir a los ciudadanos. Estaba destinado a las carreras y a representaciones que conmemoraban los acontecimientos del Imperio, algunas de ellas eran batallas navales para lo cual se llenaba el circo con agua (hay restos de estas conducciones en el circo romano de Calahorra).
El Circo romano es un recinto alargado, es la instalación más grande de las destinadas a divertir al pueblo, con remates circulares en los extremos. La arena, muy alargada, estaba partida en dos por la spina formando dos calles por donde corrían las cuádrigas y los caballos. En esta espina se solían colocar columnas y estatuas así como obeliscos conmemorativos. Los contadores de vueltas solían ser huevos de piedra o estatuillas de delfines.
Estaba inspirado en los hipódromos y estadios griegos pero solía ser de medidas mucho mayores que estos.
Combates de gladiadores:
El origen de los combates de gladiadores hay que buscarlo en las costumbres funerarias de los etruscos, en cuyos monumentos aparecen representados y, remontándose algo más, es probable que se encontrase alguna relación con la costumbre de inmolar los prisioneros en la tumba del héroe muerto en la guerra, practicada por algunos pueblos primitivos.
Constituían una parte de los juegos fúnebres de los etruscos y parecen referirse al culto de Saturno, lo cual indica que en un principio se celebraban durante las Saturnales. Dichos combates se introdujeron en Roma hacia el siglo III a. C. Como no siempre había prisioneros que combatieran mientras el cadáver se quemaba en la pira, pues tal era el momento en que se producía el duelo gladiatorio, en que la sangre que se vertía era como un holocausto ofrecido al difunto, no faltaban hombres temerarios que se prestaban libremente a combatir. Tales fueron los primeros gladiadores.
Como sucedió con otras muchas costumbres de la antigüedad, los combates de gladiadores, que habían comenzado por ser un rito de significación religiosa, acabaron por ser un espectáculo bárbaro y sangriento que llegó a inspirar una pasión desenfrenada.
Si se ha de creer a Valerio Máximo, los hermanos Marco y Décimo Bruto dieron el primer munus gladiatorium en el año 490 de Roma, 264 a. C., en el foro Boario con motivo de los funerales de su padre.
Como eran muchos los sistemas ideados para combatir y variados los lances y suertes de cada combatiente, se fijaron reglas al arte del gladiador, cuya enseñanza estaba encomendada a los lanistas o gladiadores viejos. A cargo de éstos, estaban los gladiadores fiscales, o dependientes del fisco, pues el Estado los mantenía bajo un régimen especial y les pagaba. Otros lanistas reclutaban y mantenían muchachos para combatir en la arena, que luego alquilaban para funerales, comidas y otras solemnidades. No faltaron tampoco particulares opulentos que tenían gladiadores y los césares, como es lógico, poseían los mejores.
Los autores antiguos, especialmente Suetonio, dan muchos detalles de los combates de gladiadores y de la intervención que en tales fiestas tomaron algunas veces los emperadores. Por ejemplo, Nerón hizo pelear un día en el anfiteatro a cuatrocientos senadores y doscientos caballeros. Trajano, de vuelta de su expedición al Danubio, hizo que, en los 123 días de las fiestas organizadas, combatieran diez mil gladiadores.
Los gladiadores educados en las escuelas por los lanistas se alquilaban o vendían, de suerte que los lanistas eran al mismo tiempo sus maestros y sus empresarios. Estas escuelas, que la gente rica se daba el lujo de sostener en los últimos años de la República, estaban repartidas en diferentes puntos del territorio romano. El Imperio fundó muchas otras: Domiciano estableció cuatro en Roma, llamadas ludus Gallicus, Dacicus, magnus y matutinus. En Preneste, Rávena y Alejandría, a causa de lo saludable de su clima, se establecieron de esta clase de instituciones imperiales y la escuela de Esgrima de Capua conservó mucho tiempo su antigua reputación.
Las termas romanas:
A finales del siglo V a. C. las antiguas estancias de baño asociadas a los gimnasios griegos se perfeccionaron y crecieron en complejidad convirtiéndose en estancias independientes destinadas solo al baño. Estas estancias ofrecían baños de vapor y piscinas frías, templadas y calientes.
En Roma, siguiendo el ejemplo griego, se construyeron estancias similares que pronto fueron del gusto de la ciudadanía. Ya no solo se realizaban los actos de limpieza y relajación, así como aquellos medicinales cuando las aguas tenían propiedades curativas, sino que se añadía un cuidado del cuerpo que incluía prácticas deportivas y un ritual de masajes con diferentes sustancias como esencias y aceites especiales.
El nombre de termas se aplica por primera vez a unos baños construidos por Agripa en el año 25 d. C. Nerón construyó unas termas en el campo de Marte, hoy totalmente desaparecidas. Las primeras termas de carácter monumental son las que inició Domiciano e inauguró Trajano, pero fueron ampliamente superadas por las de Caracalla, cuya inauguración tuvo lugar el año 216.
El uso de las termas se generalizó en el mundo romano a partir del siglo I a. C., cuando se descubrió un sistema que permitía calentar y distribuir el aire caliente gracias al ingeniero Cayo Sergio Orata. Su uso fue difundido por el Imperio romano a toda Europa.
Las actuales ruinas de las termas romanas de Caracalla dan idea del monumental tamaño del complejo termario que se extendía con servicios como biblioteca o tiendas. Estas instalaciones, construidas alrededor del año 217, tenían un aforo de 1.600 usuarios. Las termas de Diocleciano, otras de la importantes instalaciones de este tipo de la capital del Imperio, fueron remodeladas por Miguel Ángel que convirtió su tepidarium en la iglesia de Santa María de los Ángeles.
Los restos termales romanos más antiguos de los que hay noticia son las termas de Pompeya, datadas en el siglo II a. C.
Los baños romanos abrían al mediodía y cerraban al ponerse el sol. En los lugares destinados al baño había departamentos separados para hombres y mujeres; si no había espacios separados, el establecimiento abría unas horas al día para mujeres y otras para hombres. En algunas ocasiones, durante el Imperio, se permitió el baño conjunto a hombres y mujeres.
El pueblo romano en los tiempos libres presenciaba sangrientas luchas en el circo y disfrutaba de los baños públicos.
El Circo romano:
El Circo romano es una de las instalaciones lúdicas más importantes de las ciudades romanas. Junto con el teatro y el anfiteatro forma la trilogía de equipamientos para divertir a los ciudadanos. Estaba destinado a las carreras y a representaciones que conmemoraban los acontecimientos del Imperio, algunas de ellas eran batallas navales para lo cual se llenaba el circo con agua (hay restos de estas conducciones en el circo romano de Calahorra).
El Circo romano es un recinto alargado, es la instalación más grande de las destinadas a divertir al pueblo, con remates circulares en los extremos. La arena, muy alargada, estaba partida en dos por la spina formando dos calles por donde corrían las cuádrigas y los caballos. En esta espina se solían colocar columnas y estatuas así como obeliscos conmemorativos. Los contadores de vueltas solían ser huevos de piedra o estatuillas de delfines.
Estaba inspirado en los hipódromos y estadios griegos pero solía ser de medidas mucho mayores que estos.
Combates de gladiadores:
El origen de los combates de gladiadores hay que buscarlo en las costumbres funerarias de los etruscos, en cuyos monumentos aparecen representados y, remontándose algo más, es probable que se encontrase alguna relación con la costumbre de inmolar los prisioneros en la tumba del héroe muerto en la guerra, practicada por algunos pueblos primitivos.
Constituían una parte de los juegos fúnebres de los etruscos y parecen referirse al culto de Saturno, lo cual indica que en un principio se celebraban durante las Saturnales. Dichos combates se introdujeron en Roma hacia el siglo III a. C. Como no siempre había prisioneros que combatieran mientras el cadáver se quemaba en la pira, pues tal era el momento en que se producía el duelo gladiatorio, en que la sangre que se vertía era como un holocausto ofrecido al difunto, no faltaban hombres temerarios que se prestaban libremente a combatir. Tales fueron los primeros gladiadores.
Como sucedió con otras muchas costumbres de la antigüedad, los combates de gladiadores, que habían comenzado por ser un rito de significación religiosa, acabaron por ser un espectáculo bárbaro y sangriento que llegó a inspirar una pasión desenfrenada.
Si se ha de creer a Valerio Máximo, los hermanos Marco y Décimo Bruto dieron el primer munus gladiatorium en el año 490 de Roma, 264 a. C., en el foro Boario con motivo de los funerales de su padre.
Como eran muchos los sistemas ideados para combatir y variados los lances y suertes de cada combatiente, se fijaron reglas al arte del gladiador, cuya enseñanza estaba encomendada a los lanistas o gladiadores viejos. A cargo de éstos, estaban los gladiadores fiscales, o dependientes del fisco, pues el Estado los mantenía bajo un régimen especial y les pagaba. Otros lanistas reclutaban y mantenían muchachos para combatir en la arena, que luego alquilaban para funerales, comidas y otras solemnidades. No faltaron tampoco particulares opulentos que tenían gladiadores y los césares, como es lógico, poseían los mejores.
Los autores antiguos, especialmente Suetonio, dan muchos detalles de los combates de gladiadores y de la intervención que en tales fiestas tomaron algunas veces los emperadores. Por ejemplo, Nerón hizo pelear un día en el anfiteatro a cuatrocientos senadores y doscientos caballeros. Trajano, de vuelta de su expedición al Danubio, hizo que, en los 123 días de las fiestas organizadas, combatieran diez mil gladiadores.
Los gladiadores educados en las escuelas por los lanistas se alquilaban o vendían, de suerte que los lanistas eran al mismo tiempo sus maestros y sus empresarios. Estas escuelas, que la gente rica se daba el lujo de sostener en los últimos años de la República, estaban repartidas en diferentes puntos del territorio romano. El Imperio fundó muchas otras: Domiciano estableció cuatro en Roma, llamadas ludus Gallicus, Dacicus, magnus y matutinus. En Preneste, Rávena y Alejandría, a causa de lo saludable de su clima, se establecieron de esta clase de instituciones imperiales y la escuela de Esgrima de Capua conservó mucho tiempo su antigua reputación.
Las termas romanas:
A finales del siglo V a. C. las antiguas estancias de baño asociadas a los gimnasios griegos se perfeccionaron y crecieron en complejidad convirtiéndose en estancias independientes destinadas solo al baño. Estas estancias ofrecían baños de vapor y piscinas frías, templadas y calientes.
En Roma, siguiendo el ejemplo griego, se construyeron estancias similares que pronto fueron del gusto de la ciudadanía. Ya no solo se realizaban los actos de limpieza y relajación, así como aquellos medicinales cuando las aguas tenían propiedades curativas, sino que se añadía un cuidado del cuerpo que incluía prácticas deportivas y un ritual de masajes con diferentes sustancias como esencias y aceites especiales.
El nombre de termas se aplica por primera vez a unos baños construidos por Agripa en el año 25 d. C. Nerón construyó unas termas en el campo de Marte, hoy totalmente desaparecidas. Las primeras termas de carácter monumental son las que inició Domiciano e inauguró Trajano, pero fueron ampliamente superadas por las de Caracalla, cuya inauguración tuvo lugar el año 216.
El uso de las termas se generalizó en el mundo romano a partir del siglo I a. C., cuando se descubrió un sistema que permitía calentar y distribuir el aire caliente gracias al ingeniero Cayo Sergio Orata. Su uso fue difundido por el Imperio romano a toda Europa.
Las actuales ruinas de las termas romanas de Caracalla dan idea del monumental tamaño del complejo termario que se extendía con servicios como biblioteca o tiendas. Estas instalaciones, construidas alrededor del año 217, tenían un aforo de 1.600 usuarios. Las termas de Diocleciano, otras de la importantes instalaciones de este tipo de la capital del Imperio, fueron remodeladas por Miguel Ángel que convirtió su tepidarium en la iglesia de Santa María de los Ángeles.
Los restos termales romanos más antiguos de los que hay noticia son las termas de Pompeya, datadas en el siglo II a. C.
Los baños romanos abrían al mediodía y cerraban al ponerse el sol. En los lugares destinados al baño había departamentos separados para hombres y mujeres; si no había espacios separados, el establecimiento abría unas horas al día para mujeres y otras para hombres. En algunas ocasiones, durante el Imperio, se permitió el baño conjunto a hombres y mujeres.
Publicado por Jamila Saddiki.
IV Costumbres de la Antigua Roma
Educación
A menudo era de origen griego y con el pedagogo (nutritor o tropheus), responsable de enseñarle a leer y de su educación hasta la pubertad, que con sus propios padres. Debía dirigirse a su padre llamándole domine (señor).
La escuela (schola) estaba regida por el calendario religioso, las clases se daban por las mañanas y era mixta hasta los doce años. Un grammaticus era el responsable de enseñarle a los niños los autores clásicos y la mitología, mientras que a las niñas, consideradas adultas a los catorce años (domina, kyria), podían tener un preceptor que le enseñara los clásicos.
La educación tenía lugar en el gymnasium o en la palaestra. En oriente, las principales materias eran Griego, Homero, Retórica, Filosofía, Música y Deporte. En cambio, en la mitad occidental, se enseñaba además latín, en detrimento de la música y el deporte. A los dieciséis o diecisiete años, había una bifurcación en el camino de los jóvenes, que tenían que decidirse por el ejército, o los estudios (cursus honorum).
La mayoría de edad se conseguía al vestir la toga viril, decisión que dependía del tutor o del padre. Que el hijo formara una familia (paterfamiias) era sólo posible tras la muerte de su padre, siendo condenados a muerte por el padre si incumplían esta norma. Entre tanto, sus hijos recibían un pequeño salario (peculium)y debían responder a su autoridad (patria potestas).
Escribían generalmente sobre papiro o pergamino, aunque también utilizaban en menor medida tablillas de marfil o de cera. Tenían útiles de escritura como el punzón y el tintero.
A menudo era de origen griego y con el pedagogo (nutritor o tropheus), responsable de enseñarle a leer y de su educación hasta la pubertad, que con sus propios padres. Debía dirigirse a su padre llamándole domine (señor).
La escuela (schola) estaba regida por el calendario religioso, las clases se daban por las mañanas y era mixta hasta los doce años. Un grammaticus era el responsable de enseñarle a los niños los autores clásicos y la mitología, mientras que a las niñas, consideradas adultas a los catorce años (domina, kyria), podían tener un preceptor que le enseñara los clásicos.
La educación tenía lugar en el gymnasium o en la palaestra. En oriente, las principales materias eran Griego, Homero, Retórica, Filosofía, Música y Deporte. En cambio, en la mitad occidental, se enseñaba además latín, en detrimento de la música y el deporte. A los dieciséis o diecisiete años, había una bifurcación en el camino de los jóvenes, que tenían que decidirse por el ejército, o los estudios (cursus honorum).
La mayoría de edad se conseguía al vestir la toga viril, decisión que dependía del tutor o del padre. Que el hijo formara una familia (paterfamiias) era sólo posible tras la muerte de su padre, siendo condenados a muerte por el padre si incumplían esta norma. Entre tanto, sus hijos recibían un pequeño salario (peculium)y debían responder a su autoridad (patria potestas).
Escribían generalmente sobre papiro o pergamino, aunque también utilizaban en menor medida tablillas de marfil o de cera. Tenían útiles de escritura como el punzón y el tintero.
Publicado por Jamila Saddiki.
III Costumbres de la Antigua Roma
Vida cotidiana
Indumentaria: El traje en la antigua Roma constaba de dos tipos de piezas como el griego, llamadas
El prandium: El prandium era al mediodía y una de las comidas que los romanos se saltaban habitualmente, o la única que hacían en todo el día dependiendo de sus posibilidades económicas. El prandium consistía en una dieta a base de pan, carne fría, verduras y fruta acompañada con vino, pero todo ello en cantidades moderadas.
La cena: La cena romana se producía después del baño al término de la hora Octava o Nona; en ella los romanos tomaban verduras como entrantes en forma de ensaladas o la plancha, y carne o pescado: podía ser carne roja o blanca y la manera de confeccionarla pasaba por los asados aromatizados con hierbas o la carne a la plancha aderezada con habas, coles, espárragos, etc., o pescados diferentes según la época: sardinas, pez espada, etc., finalizados los segundos platos se pasaba a los postres que solían ser frutas de temporada: uvas, manzanas, peras, etc., acompañadas de vino Nomentum.Los primeros platos
Es importante aclarar que los romanos no bebían mientras comían, pues consideraban que el sabor dejado por el vino desvirtuaba los diferentes paladares para los platos de la cena, por lo que su consumo se posponía hasta llegados los postres o finalizados éstos, cuando estaban saturados de comida y llegaba la hora distendida de las largas conversaciones entre los invitados.
Indumentaria: El traje en la antigua Roma constaba de dos tipos de piezas como el griego, llamadas
- indutus, las interiores,
- amictus, las exteriores.
- Su color era generalmente blanco (alba, cándida), sobre todo, en los que aspiraban a la magistratura; de donde se derivó el nombre de candidatos que hoy está en uso en nuestra lengua.
- Los niños y los magistrados llevaban una toga adornada con tiras de púrpura (trábea, toga praetexta)
- Los conquistadores en su entrada triunfal vestían la toga con bordados de palmas de oro (toga palmata)
- Los emperadores ostentaban la toga hecha completamente de púrpura (toga purpúrea) o con bordados de oro (toga picta).
El prandium: El prandium era al mediodía y una de las comidas que los romanos se saltaban habitualmente, o la única que hacían en todo el día dependiendo de sus posibilidades económicas. El prandium consistía en una dieta a base de pan, carne fría, verduras y fruta acompañada con vino, pero todo ello en cantidades moderadas.
La cena: La cena romana se producía después del baño al término de la hora Octava o Nona; en ella los romanos tomaban verduras como entrantes en forma de ensaladas o la plancha, y carne o pescado: podía ser carne roja o blanca y la manera de confeccionarla pasaba por los asados aromatizados con hierbas o la carne a la plancha aderezada con habas, coles, espárragos, etc., o pescados diferentes según la época: sardinas, pez espada, etc., finalizados los segundos platos se pasaba a los postres que solían ser frutas de temporada: uvas, manzanas, peras, etc., acompañadas de vino Nomentum.Los primeros platos
Es importante aclarar que los romanos no bebían mientras comían, pues consideraban que el sabor dejado por el vino desvirtuaba los diferentes paladares para los platos de la cena, por lo que su consumo se posponía hasta llegados los postres o finalizados éstos, cuando estaban saturados de comida y llegaba la hora distendida de las largas conversaciones entre los invitados.
II Costumbres de la Antigua Roma
Familia
La familia romana, a diferencia de la familia europea actual, estaba constituida no solo por los padres, hijos y parientes, sino también por todos los que vivían bajo la autoridad del cabeza de familia o pater familias, incluidos naturalmente los esclavos. Familia es una palabra emparentada con famuli ('los criados') y, por lo tanto, los comprende a ellos también.
La familia romana era legalmente tan fuerte que ciertas cuestiones, que hoy se tratan en los juzgados o en los templos, entonces se trataban en casa, bajo la presidencia del cabeza de familia. La familia era realmente la célula básica de la sociedad romana.
El Pater familias
El pater familias era el hombre que no dependía de nadie y de quien dependían los demás. No importaba que estuviese soltero o casado, ni los años. La mujer nunca podía ser cabeza de familia.
La patria potestas de un cabeza de familia romano era muy fuerte. Puede disponer de la vida, muerte y venta de cualquier miembro de la familia. Puede abandonar legalmente a un hijo nacido de su mujer o puede reconocerlo. Puede incluso prohijar hijos de otros. Puede concertar casamientos de los hijos. Realmente, es él quien forma la familia.
Como jefe de la familia es también el sacerdote de la religión familiar y el juez en los conflictos entre familiares, pero para esto último tiene que contar con el asesoramiento de un consejo familiar.
Para entender lo anterior, hay que tener en cuenta que el parentesco natural, fundado en la descendencia física de la mujer, y que los romanos llamaban cognatio, carecía de valor civil, en tanto el parentesco civil, fundado en el reconocimiento por parte del hombre de su descendencia o en la adopción como hijos de descendencia ajena, y a lo que los romanos llamaban agnatio, era el único parentesco legalmente válido.
El Pater familias
El pater familias era el hombre que no dependía de nadie y de quien dependían los demás. No importaba que estuviese soltero o casado, ni los años. La mujer nunca podía ser cabeza de familia.
La patria potestas de un cabeza de familia romano era muy fuerte. Puede disponer de la vida, muerte y venta de cualquier miembro de la familia. Puede abandonar legalmente a un hijo nacido de su mujer o puede reconocerlo. Puede incluso prohijar hijos de otros. Puede concertar casamientos de los hijos. Realmente, es él quien forma la familia.
Como jefe de la familia es también el sacerdote de la religión familiar y el juez en los conflictos entre familiares, pero para esto último tiene que contar con el asesoramiento de un consejo familiar.
Para entender lo anterior, hay que tener en cuenta que el parentesco natural, fundado en la descendencia física de la mujer, y que los romanos llamaban cognatio, carecía de valor civil, en tanto el parentesco civil, fundado en el reconocimiento por parte del hombre de su descendencia o en la adopción como hijos de descendencia ajena, y a lo que los romanos llamaban agnatio, era el único parentesco legalmente válido.
El matrimonio
El casamiento de dos jóvenes dependía casi exclusivamente de los padres; pocas veces se tenían en cuenta las inclinaciones de los interesados. Una vez decidido el matrimonio el primer paso era la celebración de los sponsales, ceremonia arcaica en la que los respectivos padres concertaban el casamiento de los hijos y establecían la dote que la joven aportaría al matrimonio. Antiguamente los desposados ya quedaban obligados a la fidelidad recíproca y, si el matrimonio no se celebraba en el plazo estipulado, se podía perder la dote. Consultados los dioses, si los agüeros eran favorables, se cambiaban los anillos, que tenían un valor simbólico.
Ante la ley, solo los ciudadanos romanos tenían derecho a contraer matrimonio. La tradición conservó el recuerdo de tiempos en los que los patricios no podían casarse con una plebeya, prohibición caída pronto en desuso (Lex Canuleia). Los hombres se consideraban aptos para casarse a los catorce años y las mujeres a los doce.
Hubo dos formas de matrimonio que estuvieron sucesivamente en vigor:
matrimonio cum manu: la mujer pasaba a formar parte de la familia de su marido y estaba sujeta a su poder marital (manus). Podía realizarse esta unión de tres maneras:
— confarreatio: rito llamado así por la pieza de pan (far) que los esposos compartían durante el sacrificio nupcial. Era la forma de casamiento propia de los patricios.
— coemptio: una venta, primero real, después simbólica, de la esposa. Era el matrimonio plebeyo.
— usus: se contraía mediante la convivencia de los futuros esposos durante un año, pero era preciso que la cohabitación fuese continua: tres noches consecutivas de ausencia llevaban consigo la nulidad.
matrimonio sine manu o libre: en él la esposa continuaba perteneciendo a la familia paterna y conservando los derechos sucesorios de su familia de origen. A pesar de la facilidad de disolución de este matrimonio (bastaba con la simple separación de los esposos) los romanos tenían conciencia de la seriedad de este vínculo.
La ceremonia de boda
El ceremonial que mejor se conoce es el patricio. La boda constituía uno de los acontecimientos más importantes dentro de la vida familiar.
El día de la boda era escogido con toda cautela; sería pernicioso casarse en mayo, mientras que la mejor época era la segunda quincena de junio.
En la víspera de la boda la joven consagraba a una divinidad sus juguetes de niña; después, se acostaba con el traje nupcial y una cofia de color anaranjado en la cabeza. Eran características de la vestimenta nupcial el peinado y el vestido con velo. El traje era una túnica blanca que llegaba a los pies, ceñida por un cinto. De la cabeza de la desposada caía un velo de color anaranjado (flammentum) que le cubría la cara.
En todos los actos del rito la esposa era asistida por la pronuba, una matrona casada una sola vez. El rito empezaba consultando los auspicios: si el resultado no era malo, quería decir que los dioses eran favorables a esta unión. Terminada esta parte, tenía lugar la firma de las tabulae nuptiales (contrato matrimonial) delante de diez testigos; después la pronuba ponía las manos derechas de los esposos una encima de la otra y con esto los esposos se comprometían a vivir juntos. Acabadas las formalidades, tenía lugar el banquete nupcial.
Después, hacia la tarde, comenzaba la ceremonia de acompañamiento de la esposa a casa del esposo. Este, de repente, fingía arrancar a su joven mujer de los brazos de su madre. Entonces iban a casa del marido. La mujer iba acompañada de tres jóvenes; uno de ellos llevaba una antorcha de espino (spine alba) encendido en casa de la esposa. La gente que los seguía mezclaba cantos religiosos y pícaros. Cuando llegaban a casa del marido, adornaban la entrada con cintas de lana y la untaban con grasa de cerdo y aceite. El marido le preguntaba a la esposa cómo se llamaba; ella le respondía: «Ubi tu Gaius, ego Gaia» («Si tú Gaio, yo Gaia»); entonces los que la acompañaban la levantaban a pulso para que no tocase el quicio de la puerta con el pie y la hacían entrar en la casa. Después era recibida por su marido y la pronuba pronunciaba unas plegarias a la divinidad de la nueva casa. Con esto terminaba la fiesta y los invitados volvían para sus casas.
El día de después del casamiento había un banquete íntimo (repotia, 'reboda') para los parientes de los esposos.
El divorcio
Como todo contrato, el matrimonio podía anularse. Primitivamente, el derecho de revocación pertenecía únicamente al hombre; este solo tenía que reclamarle a su mujer delante de un testigo las llaves de la casa y decirle: «Tuas res habeto» («Coge tus cosas»).
En principio, el matrimonio patricio por confarreatio (vid. supra) no podía disolverse, pero pronto los romanos inventaron una ceremonia de efectos contrarios a la primera, a la que llamaron diffarreatio.
El matrimonio por usus o por coemptio se anulaba con la mancipatio o transmisión de la potestad del marido en favor de un tercero, que manumitía a la mujer.
La familia romana, a diferencia de la familia europea actual, estaba constituida no solo por los padres, hijos y parientes, sino también por todos los que vivían bajo la autoridad del cabeza de familia o pater familias, incluidos naturalmente los esclavos. Familia es una palabra emparentada con famuli ('los criados') y, por lo tanto, los comprende a ellos también.
La familia romana era legalmente tan fuerte que ciertas cuestiones, que hoy se tratan en los juzgados o en los templos, entonces se trataban en casa, bajo la presidencia del cabeza de familia. La familia era realmente la célula básica de la sociedad romana.
El Pater familias
El pater familias era el hombre que no dependía de nadie y de quien dependían los demás. No importaba que estuviese soltero o casado, ni los años. La mujer nunca podía ser cabeza de familia.
La patria potestas de un cabeza de familia romano era muy fuerte. Puede disponer de la vida, muerte y venta de cualquier miembro de la familia. Puede abandonar legalmente a un hijo nacido de su mujer o puede reconocerlo. Puede incluso prohijar hijos de otros. Puede concertar casamientos de los hijos. Realmente, es él quien forma la familia.
Como jefe de la familia es también el sacerdote de la religión familiar y el juez en los conflictos entre familiares, pero para esto último tiene que contar con el asesoramiento de un consejo familiar.
Para entender lo anterior, hay que tener en cuenta que el parentesco natural, fundado en la descendencia física de la mujer, y que los romanos llamaban cognatio, carecía de valor civil, en tanto el parentesco civil, fundado en el reconocimiento por parte del hombre de su descendencia o en la adopción como hijos de descendencia ajena, y a lo que los romanos llamaban agnatio, era el único parentesco legalmente válido.
El Pater familias
El pater familias era el hombre que no dependía de nadie y de quien dependían los demás. No importaba que estuviese soltero o casado, ni los años. La mujer nunca podía ser cabeza de familia.
La patria potestas de un cabeza de familia romano era muy fuerte. Puede disponer de la vida, muerte y venta de cualquier miembro de la familia. Puede abandonar legalmente a un hijo nacido de su mujer o puede reconocerlo. Puede incluso prohijar hijos de otros. Puede concertar casamientos de los hijos. Realmente, es él quien forma la familia.
Como jefe de la familia es también el sacerdote de la religión familiar y el juez en los conflictos entre familiares, pero para esto último tiene que contar con el asesoramiento de un consejo familiar.
Para entender lo anterior, hay que tener en cuenta que el parentesco natural, fundado en la descendencia física de la mujer, y que los romanos llamaban cognatio, carecía de valor civil, en tanto el parentesco civil, fundado en el reconocimiento por parte del hombre de su descendencia o en la adopción como hijos de descendencia ajena, y a lo que los romanos llamaban agnatio, era el único parentesco legalmente válido.
El matrimonio
El casamiento de dos jóvenes dependía casi exclusivamente de los padres; pocas veces se tenían en cuenta las inclinaciones de los interesados. Una vez decidido el matrimonio el primer paso era la celebración de los sponsales, ceremonia arcaica en la que los respectivos padres concertaban el casamiento de los hijos y establecían la dote que la joven aportaría al matrimonio. Antiguamente los desposados ya quedaban obligados a la fidelidad recíproca y, si el matrimonio no se celebraba en el plazo estipulado, se podía perder la dote. Consultados los dioses, si los agüeros eran favorables, se cambiaban los anillos, que tenían un valor simbólico.
Ante la ley, solo los ciudadanos romanos tenían derecho a contraer matrimonio. La tradición conservó el recuerdo de tiempos en los que los patricios no podían casarse con una plebeya, prohibición caída pronto en desuso (Lex Canuleia). Los hombres se consideraban aptos para casarse a los catorce años y las mujeres a los doce.
Hubo dos formas de matrimonio que estuvieron sucesivamente en vigor:
matrimonio cum manu: la mujer pasaba a formar parte de la familia de su marido y estaba sujeta a su poder marital (manus). Podía realizarse esta unión de tres maneras:
— confarreatio: rito llamado así por la pieza de pan (far) que los esposos compartían durante el sacrificio nupcial. Era la forma de casamiento propia de los patricios.
— coemptio: una venta, primero real, después simbólica, de la esposa. Era el matrimonio plebeyo.
— usus: se contraía mediante la convivencia de los futuros esposos durante un año, pero era preciso que la cohabitación fuese continua: tres noches consecutivas de ausencia llevaban consigo la nulidad.
matrimonio sine manu o libre: en él la esposa continuaba perteneciendo a la familia paterna y conservando los derechos sucesorios de su familia de origen. A pesar de la facilidad de disolución de este matrimonio (bastaba con la simple separación de los esposos) los romanos tenían conciencia de la seriedad de este vínculo.
La ceremonia de boda
El ceremonial que mejor se conoce es el patricio. La boda constituía uno de los acontecimientos más importantes dentro de la vida familiar.
El día de la boda era escogido con toda cautela; sería pernicioso casarse en mayo, mientras que la mejor época era la segunda quincena de junio.
En la víspera de la boda la joven consagraba a una divinidad sus juguetes de niña; después, se acostaba con el traje nupcial y una cofia de color anaranjado en la cabeza. Eran características de la vestimenta nupcial el peinado y el vestido con velo. El traje era una túnica blanca que llegaba a los pies, ceñida por un cinto. De la cabeza de la desposada caía un velo de color anaranjado (flammentum) que le cubría la cara.
En todos los actos del rito la esposa era asistida por la pronuba, una matrona casada una sola vez. El rito empezaba consultando los auspicios: si el resultado no era malo, quería decir que los dioses eran favorables a esta unión. Terminada esta parte, tenía lugar la firma de las tabulae nuptiales (contrato matrimonial) delante de diez testigos; después la pronuba ponía las manos derechas de los esposos una encima de la otra y con esto los esposos se comprometían a vivir juntos. Acabadas las formalidades, tenía lugar el banquete nupcial.
Después, hacia la tarde, comenzaba la ceremonia de acompañamiento de la esposa a casa del esposo. Este, de repente, fingía arrancar a su joven mujer de los brazos de su madre. Entonces iban a casa del marido. La mujer iba acompañada de tres jóvenes; uno de ellos llevaba una antorcha de espino (spine alba) encendido en casa de la esposa. La gente que los seguía mezclaba cantos religiosos y pícaros. Cuando llegaban a casa del marido, adornaban la entrada con cintas de lana y la untaban con grasa de cerdo y aceite. El marido le preguntaba a la esposa cómo se llamaba; ella le respondía: «Ubi tu Gaius, ego Gaia» («Si tú Gaio, yo Gaia»); entonces los que la acompañaban la levantaban a pulso para que no tocase el quicio de la puerta con el pie y la hacían entrar en la casa. Después era recibida por su marido y la pronuba pronunciaba unas plegarias a la divinidad de la nueva casa. Con esto terminaba la fiesta y los invitados volvían para sus casas.
El día de después del casamiento había un banquete íntimo (repotia, 'reboda') para los parientes de los esposos.
El divorcio
Como todo contrato, el matrimonio podía anularse. Primitivamente, el derecho de revocación pertenecía únicamente al hombre; este solo tenía que reclamarle a su mujer delante de un testigo las llaves de la casa y decirle: «Tuas res habeto» («Coge tus cosas»).
En principio, el matrimonio patricio por confarreatio (vid. supra) no podía disolverse, pero pronto los romanos inventaron una ceremonia de efectos contrarios a la primera, a la que llamaron diffarreatio.
El matrimonio por usus o por coemptio se anulaba con la mancipatio o transmisión de la potestad del marido en favor de un tercero, que manumitía a la mujer.
Publicado por Jamila Saddiki.
I Costumbres de la Antigua Roma
Mitología
La mitología romana está formada por las leyendas y mitos de la religión politeísta practicada en la Roma antigua. La mayoría de las divinidades del panteón romano provienen de Grecia con dioses que suplantaron a las divinidades locales con algunas raras excepciones. Por esta razón algunos artículos dedicados a los dioses romanos de origen griego pueden ser tratados como exactos a sus equivalentes griegos.
La mitología romana está formada por las leyendas y mitos de la religión politeísta practicada en la Roma antigua. La mayoría de las divinidades del panteón romano provienen de Grecia con dioses que suplantaron a las divinidades locales con algunas raras excepciones. Por esta razón algunos artículos dedicados a los dioses romanos de origen griego pueden ser tratados como exactos a sus equivalentes griegos.
II Calendario romano
Denominación de los años:
Para indicar los años, o fechas, los romanos utilizaban tres procedimientos distintos:
- Tomaban como referencia el año de la Fundación de Roma el 753 a. C. Ponían la palabra año en ablativo seguido del numeral ordinal correspondiente, también en ablativo, y de la expresión ab urbe condita (desde la fundación de la ciudad). Por ejemplo: Anno trecentesimo quarto ab urbe condita, era el año 304 después de la fundación de Roma (en notación actual 304 AUC), o sea el 449 a. C.
- En la época republicana ponían en ablativo los nombres de los cónsules que gobernaron en el año que querían fechar. Por ejemplo: L. Domitio Ap. Claudio consulibus, significa en el consulado de L. Domicio y de Ap. Claudio, o sea, el 54 a. C.
- También utilizaron como referencia para indicar los años el 509 a. C., fecha de la expulsión de los reyes (Post reges exactos)
Denominación de los meses:
La denominación de los meses, por orden, era:
- Martius: en honor a Marte, padre de los fundadores de Roma, Rómulo y Remo, y al que se dedicó el primer mes del año.
- Aprilis: consagrado a Venus, Apru en etrusco. Otra teoría se refiere a la llegada de la primavera, estación en que se abren (aperire) las flores.
- Maius: titularidad discutida, ya que algunos afirman que estaba dedicado a la madre de Mercurio, la diosa Maya, que se encargaba de la fertilidad agrícola, mientras otros lo atribuyen a la veneración de los antepasados, los Maiores.
- Iunius: consagrado a Juno (Iuno). También existe otra posible dedicación a los descendientes, los Iuniores.
- Quintilis: llamado así por ser el quinto mes (quinque: cinco). A la muerte de Julio César pasó a llamarse Iulius en su honor, por ser el mes de su nacimiento.
- Sextilis: mes sexto (six: seis). Se dedicó posteriormente a Octavio Augusto y recibió el nombre de Augustus.
- Septembris: mes séptimo (septem: siete)
- Octobris: mes octavo (octo: ocho).
- Novembris: mes noveno (novem: nueve)
- Decembris: mes décimo (decem: diez)
- Ianuarius: en honor a Jano, el dios de las puertas, porque este mes pasó a ser el que abría el año.
- Februarius: dedicado a Februus (más conocido por el nombre de Plutón), dios de las ceremonias de purificación que se llevaban a cabo en este mes para expiar las culpas y faltas cometidas a lo largo del año que acababa, y para comenzar el nuevo con buenos augurios.
Denominación de los días:
Pintura de la muerte de Julio Cesar. Fue asesinado en los Idus de marzo: el día 15 de marzo.
Para indicar los días del mes, los romanos tomaban como referencia tres fechas únicas, de las que dos se atrasaban o adelantaban en el día que caían, según el mes de que se tratara: las calendas, las nonas y las idus.
- Las calendas, (kalendae, -arum). Las calendas eran el primer día de cada mes. De esta palabra deriva calendario.
- Las nonas, (nonae, -arum). Las nonas eran el día cinco de cada mes, excepto en marzo, mayo, julio y octubre en los cuales las nonas eran el día siete.
- Los idus, (idus, -uum). Los idus eran el día trece de cada mes, excepto en marzo, mayo, julio y octubre, en los que eran el día quince.
Si querían indicar una de estas tres fechas fijas, la ponían en ablativo junto con el adjetivo del mes correspondiente:
Kalendis Ianuariis, en las calendas de enero (1 de enero),
Nonis Octobribus, en las nonas de octubre (7 de octubre).
Si se trataba de indicar el día anterior o posterior de las tres fechas anteriores, se ponía el adverbio pridie o postridie seguido de la fecha y del adjetivo correspondiente del mes en acusativo. Por ejemplo:
Pridie Nonas Ianuarias, la víspera de las nonas de enero (4 de enero),
Postridie Idibus Octobribus, el día siguiente a las idus de octubre (16 de octubre).
Si se trataba de cualquier otra fecha, se contaban los días que faltaban o sobraban para llegar hasta el más próximo de las tres fechas fijas y se colocaba la expresión ante diem, seguida del número del día correspondiente (expresado en numeral ordinal o en números romanos), del nombre de la fecha fija con la que se relacionaba, y del adjetivo del mes de esta última, todos ellos en acusativo. Para hacer la cuenta también se sumaba el día de la fecha fija. Por ejemplo:
Ante diem sextum Kalendas Martias, el sexto día antes de las calendas de marzo (24 de febrero).
Denominación de las horas:
Los romanos no dividían el día en 24 horas o en 24 partes iguales durante todo el año.
Repartían el tiempo de luz (el día) en doce horas. De esta manera, en verano, las horas resultaban más largas que en invierno. Para medir las horas, utilizaban relojes de sol (horologium, v. reloj de sol), y más raramente de agua (clepsydra, v. clepsidra).
Las horas se expresaban con números ordinales: hora prima, hora secunda, hora tertia, etc. La hora prima era la primera del día, la del amanecer. La hora que marcaba el final del día, la puesta de sol, era la hora duodécima. De la hora sexta, que marcaba el mediodía, procede la palabra siesta.
La noche se dividía en cuatro partes denominadas vigilia: prima vigilia, secunda vigilia, etc. Tenían una duración diferente según fuera la época del año.
Esta distribución en cuatro partes y el propio nombre guardaban relación con los turnos de vigilancia de los campamentos militares. También las unidades de bomberos de Roma, de carácter militar, se denominaban vigiles: cohortes vigilum.
I Calendario romano
Calendario romano
Según la tradición romana, el origen mítico del antiguo sistema para dividir el tiempo se debió al primero de los reyes, Rómulo. Se utilizó en la Antigua Roma hasta el 46 a. C. con la implementación del calendario juliano.
Antecedente
Originariamente, muchas culturas antiguas utilizaban el calendario lunar para contar el tiempo.
Los pueblos romanos primitivos tenían diferentes calendarios lunares, cada uno con su propio número de meses, su propia duración del año y de los meses, por ejemplo, los habitantes de Alba Longa tenían un calendario de 10 meses, de 18 a 36 días cada mes; los de Lavinia tenían otro de 374 días distribuido en 13 meses; los etruscos tenían meses basados en la luna llena.
Según la tradición, el calendario romano fue creado durante el reinado de Rómulo, fundador de Roma. Comprendía diez meses lunares, de marzo a diciembre. Entre diciembre y el comienzo del año siguiente había un período que no correspondía a ningún mes, dado que era el periodo en que no había labores agrícolas. El año por tanto duraba alrededor de 304 días o bien 10 meses lunares.
Posteriormente se realizó una reforma atribuida por la tradición al rey Numa Pompilio, segundo rey de Roma. Se modificó la duración de los meses para que duraran 29 y 31 días alternativamente (para los romanos, los números pares traían mala suerte), y se añadieron dos meses adicionales entre diciembre y marzo: enero y febrero. Desde mediados del siglo ii a. C., el año, que hasta entonces había empezado en el mes de marzo, pasó a comenzar en enero. Así el año pasó a durar 365 días: febrero tenía 28 días, marzo, mayo, julio y octubre 31, y el resto 29, dando un total de 355 días. Como después de la reforma de Numa Pompilio las cosas no se arreglaron, ya que seguía el calendario lunar oficial desfasado con el curso estacional, basado en el ciclo solar, se optó por añadir cada cuatro años dos meses, uno de 22 y otro de 23 días, denominados Mercedonios o Intercalares.
Según la tradición romana, el origen mítico del antiguo sistema para dividir el tiempo se debió al primero de los reyes, Rómulo. Se utilizó en la Antigua Roma hasta el 46 a. C. con la implementación del calendario juliano.
Antecedente
Originariamente, muchas culturas antiguas utilizaban el calendario lunar para contar el tiempo.
Los pueblos romanos primitivos tenían diferentes calendarios lunares, cada uno con su propio número de meses, su propia duración del año y de los meses, por ejemplo, los habitantes de Alba Longa tenían un calendario de 10 meses, de 18 a 36 días cada mes; los de Lavinia tenían otro de 374 días distribuido en 13 meses; los etruscos tenían meses basados en la luna llena.
Según la tradición, el calendario romano fue creado durante el reinado de Rómulo, fundador de Roma. Comprendía diez meses lunares, de marzo a diciembre. Entre diciembre y el comienzo del año siguiente había un período que no correspondía a ningún mes, dado que era el periodo en que no había labores agrícolas. El año por tanto duraba alrededor de 304 días o bien 10 meses lunares.
Posteriormente se realizó una reforma atribuida por la tradición al rey Numa Pompilio, segundo rey de Roma. Se modificó la duración de los meses para que duraran 29 y 31 días alternativamente (para los romanos, los números pares traían mala suerte), y se añadieron dos meses adicionales entre diciembre y marzo: enero y febrero. Desde mediados del siglo ii a. C., el año, que hasta entonces había empezado en el mes de marzo, pasó a comenzar en enero. Así el año pasó a durar 365 días: febrero tenía 28 días, marzo, mayo, julio y octubre 31, y el resto 29, dando un total de 355 días. Como después de la reforma de Numa Pompilio las cosas no se arreglaron, ya que seguía el calendario lunar oficial desfasado con el curso estacional, basado en el ciclo solar, se optó por añadir cada cuatro años dos meses, uno de 22 y otro de 23 días, denominados Mercedonios o Intercalares.
Literatura romana
Literatura Romana
Surgen en Roma los escritos en prosa, muy acordes con el carácter romano, con un fin eminentemente práctico, por la necesidad de establecer y regular las relaciones con los dioses y con los hombres. Para la relación con los dioses surgen las plegarias, llenas de pragmatismo, en las que se pide protección sobre las cosechas, sobre la familia, etc. Las relaciones con los hombres se regulan y establecen mediante los documentos, tratados y leyes.
RÓMULO Y REMO:
Según la leyenda, Roma fue fundada en el 753 a.C. por Rómulo y Remo, los hermanos gemelos hijos de Rea Silvia, una virgen vestal. Rómulo y Remo fueron abandonados para que se ahogaran en las orillas del Tibes. Allí los encontró una loba, que se los llevo amamanto y crió. Ya adultos, los hermanos regresaron al lugar donde habían sido abandonados y allí fundaron la ciudad de Roma.
VIRGILIO:
Nació en Andes, pueblo cercano a Mantua, el año 70 a. de Jesucristo y murió en Brindis el año 19 del mismo siglo. Poeta épico y bucólico, se le considera el príncipe de los poetas latinos. Entre las varias obras que se conservan de Publio Virgilio Marón destacan las Eglogas o Bucólicas y, sobretodo, la Eneida, poema heroico síntesis de la Iliada y la Odisea de Homero, escrito con el genio original del gran poeta latino.
LA ENEIDA:
Es la gran "epopeya nacional romana". Consta de doce libros y está inspirada en las dos grandes epopeyas homéricas:los seis primeros libros se inspiran en La Odisea, con el relato de los viajes de Eneas desde Troya a Italia, los seis últimos imitan a la Iliada, con las guerras que Eneas lleva a cabo hasta hacerse con el reino del Lacio.
La narración de los cuatro primeros libros no es cronológica, comienza a serlo a partir del libro V, cuando Eneas llega a Italia y las guerras que allí emprende hasta dar muerte a su principal enemigo, el cudillo Turno.
Virgilio pretende con su Eneida la "glorificación de Roma". Eneas, el héroe legendario del que desciende Rómulo , fundador de la ciudad, es hijo de un mortal, Anquises, y de la diosa Venus, luego los romanos descienden de un linaje de dioses.
Virgilio quiere asumir en su poema todo el pasado de Roma, con sus instituciones y sus hombres más ilustres, y a la vez presenta incluso a sus coetáneos, glorificando a Augusto y a su familia, la familia Julia, a la que hace descender de Julo, el hijo de Eneas.
El poema de Virgilio tiene como precedentes el de Nevio y , sobre todo, Los Anales de Ennio. Pero La Eneida, frente a estas epopeyas primitivas , se convirtió en la obra popular y nacional,"por la combinación armoniosa de los elementos de la ficción y los de la realidad".
La Eneida es la obra cumbre de la poesía romana. Revela en el autor un profundo conocimiento de todo el pasado histórico y literario griego y romano.
MARCO TULIO CICERÓN:
Nació en la ciudad de Arquino en el año 106 a.C. A los 27 años inició un viaje a Atenas, Rodas y Asia Menor para estudiar retórica y filosofía. Luego volvió a Roma y contrajo matrimonio con Terencia, emprendió su carrera política y decidió seguir la abogacía. Así fue como fue elegido cuestor en Sicilia y gracias a uno de sus discursos contra el expoliador de los sicilianos fue inmortalizado como uno de los mejores oradores que ha existido en los tiempos de la latinidad.
Otro de sus grandes éxitos fue en el año 75 a.C. cuando fue proclamado cónsul. Su consulado se distinguió a partir de la conjuración de Catilina.
Con la grave crisis política que sufría Roma en el año 60 a.C. Cicerón se vio obligado a exiliarse ya que todos sus bienes fueron confiscados y su hogar destruido.
Al volver a Roma, estaba rodeado de popularidad y gratitud por parte del pueblo. Tan es así que en el año 51 a. C fue elegido procónsul de Turquía.
Luego de tener una adversidad con César, logra que este lo perdone y decide retirarse a su villa de Túsculo para dedicarse a pleno a las letras y a la filosofía.
Tras el asesinato de César, Cicerón se embarcó rumbo a Grecia , ya que Marco Antonio lo consideraba como uno de los cabecillas de la conjuración. Pero su ausencia no se prolongó demasiado; a su pronta vuelta pronunció contra Marco Antonio las 14 Filípicas, discursos muy fuertes que irritaron a éste. Nuevamente Cicerón huyó de Roma pero durante su embarcación a Iliria un viento en contra lo devolvió a tierra, donde fue tomado prisionero y asesinado, en el año 43 a.C.
La incesante actividad intelectual de Cicerón dio de sí una extensa producción literaria que podemos dividir, atendiendo a su contenido temático, en cuatro grupos: discursos, obras retóricas, obras filosóficas y cartas.
OVIDIO:
Nació en Sulmona, cerca de Roma. Educado para seguir una carrera política, destacó notablemente en el arte de la retórica, pero su genio era esencialmente poético y dedicó la mayor parte de su tiempo y energía a escribir poesía. Tras heredar la propiedad de su padre, Ovidio se trasladó a Atenas para completar su educación. Posteriormente viajó por Asia y visitó Sicilia. A la edad de treinta años, Ovidio se había casado tres veces y divorciado dos. Se le atribuyen numerosas amantes. Los detalles de sus romances se relatan en Amores, una serie de poemas que hablan de las diversas fases por las que pasaron sus relaciones con una mujer llamada Corina (que probablemente encarna la síntesis de varias figuras femeninas). Su vida privada fue la de un hombre de letras libre de preocupaciones, adinerado y en cierto modo libertino. En Roma, donde residió hasta cumplir los cincuenta años, se relacionó con la sociedad más distinguida de la ciudad, incluido el propio Emperador Augusto. Sin embargo, en el año 8 d.C. Ovidio fue desterrado a Tomis (hoy Constanza, Rumania). Según el propio Ovidio, uno de los motivos de su destierro fue la publicación del Ars amatoria, un poema sobre las artes amatorias demasiado exaltado para el gusto del emperador, que se proponía emprender diversas reformas morales. Pero probablemente esto no fue más que un pretexto, puesto que el poema llevaba ya diez años en circulación. Otra de las razones, nunca revelada por Ovidio, pudo haber sido su conocimiento del escándalo en el que estaba involucrada la hija del emperador, Julia. Pese a todo, Ovidio no perdió su ciudadanía y nunca abandonó la esperanza de ser repatriado, como manifiesta en los numerosos poemas que escribió para sus amigos durante su exilio en Tomis; pero tanto sus expectativas como las de sus amigos resultaron vanas. Ovidio murió en Tomis, tras ser nombrado ciudadano de honor de esta localidad.
QUINTO HORACIO FLACO:
Personalidad. Nació en Venusia, hijo de un liberto que se preocupó de que su hijo recibiera una esmerada educación. Estudió en Roma a los poetas arcaicos en la escuela de Orbilio y más tarde en Nápoles (igual que Virgilio) la filosofía epicúrea. Marchó a Atenas a ampliar estudios según la costumbre de la época y allí le sorprendió la guerra civil entre los republicanos Bruto y Casio y los herederos de César, Marco Antonio y Octavio. Alistado como tribuno militar en el ejército republicano, asistió a la derrota de Filipos donde huyó arrojando el escudo como en otro tiempo hiciera Arquíloco de Paros.
Después del perdón concedido por Augusto regresó a Roma, donde en el año 37 fue presentado por Virgilio a Mecenas del que no se separó hasta su muerte. Mecenas le consiguió un empleo de escribiente del Tesoro y le regaló una finca en la Sabina, con lo que el poeta, libre de toda preocupación económica y sin desmedidas ambiciones, pudo dedicarse tranquilamente al cultivo de la literatura. Horacio, como buen epicúreo, se mantuvo alejado de las actividades políticas y cargos públicos durante toda su vida; murió pocos meses después de su gran amigo y protector Mecenas.
ÉPODOS:
Los Épodos, llamados por Horacio Iambi, fueron escritos en el intervalo que media entre la batalla de Filipos (42) y la de Accio (31). El modelo griego de los épodos es Arquíloco de Paros (VII a.C.), creador del ritmo yámbico. Horacio adopta la estrofa yámbica, en la que un verso más largo se añade a otro más corto y mezcla también ritmos dactílicos y yámbicos.
ODAS:
Las Odas, que Horacio llamó Carmina, se recogen en cuatro libros, de los cuales los tres primeros vieron la luz en el 23 y el cuarto muchos años más tarde. Es la obra de madurez de Horacio, que recrea a los clásicos griegos Safo, Alceo, Anacreonte, Baquílides y Píndaro, frente a los poetae novi que siguieron modelos helenísticos. Aunque existe el antecedente de Catulo se puede afirmar que, en las Odas, Horacio adapta definitivamente los versos eólicos, propios de la poesía lírica, a la métrica latina. Los cuatro libros de Odas suman en total 103 composiciones de variada temática: patrióticas, eróticas, morales, de la naturaleza…
Surgen en Roma los escritos en prosa, muy acordes con el carácter romano, con un fin eminentemente práctico, por la necesidad de establecer y regular las relaciones con los dioses y con los hombres. Para la relación con los dioses surgen las plegarias, llenas de pragmatismo, en las que se pide protección sobre las cosechas, sobre la familia, etc. Las relaciones con los hombres se regulan y establecen mediante los documentos, tratados y leyes.
RÓMULO Y REMO:
Según la leyenda, Roma fue fundada en el 753 a.C. por Rómulo y Remo, los hermanos gemelos hijos de Rea Silvia, una virgen vestal. Rómulo y Remo fueron abandonados para que se ahogaran en las orillas del Tibes. Allí los encontró una loba, que se los llevo amamanto y crió. Ya adultos, los hermanos regresaron al lugar donde habían sido abandonados y allí fundaron la ciudad de Roma.
VIRGILIO:
Nació en Andes, pueblo cercano a Mantua, el año 70 a. de Jesucristo y murió en Brindis el año 19 del mismo siglo. Poeta épico y bucólico, se le considera el príncipe de los poetas latinos. Entre las varias obras que se conservan de Publio Virgilio Marón destacan las Eglogas o Bucólicas y, sobretodo, la Eneida, poema heroico síntesis de la Iliada y la Odisea de Homero, escrito con el genio original del gran poeta latino.
LA ENEIDA:
Es la gran "epopeya nacional romana". Consta de doce libros y está inspirada en las dos grandes epopeyas homéricas:los seis primeros libros se inspiran en La Odisea, con el relato de los viajes de Eneas desde Troya a Italia, los seis últimos imitan a la Iliada, con las guerras que Eneas lleva a cabo hasta hacerse con el reino del Lacio.
La narración de los cuatro primeros libros no es cronológica, comienza a serlo a partir del libro V, cuando Eneas llega a Italia y las guerras que allí emprende hasta dar muerte a su principal enemigo, el cudillo Turno.
Virgilio pretende con su Eneida la "glorificación de Roma". Eneas, el héroe legendario del que desciende Rómulo , fundador de la ciudad, es hijo de un mortal, Anquises, y de la diosa Venus, luego los romanos descienden de un linaje de dioses.
Virgilio quiere asumir en su poema todo el pasado de Roma, con sus instituciones y sus hombres más ilustres, y a la vez presenta incluso a sus coetáneos, glorificando a Augusto y a su familia, la familia Julia, a la que hace descender de Julo, el hijo de Eneas.
El poema de Virgilio tiene como precedentes el de Nevio y , sobre todo, Los Anales de Ennio. Pero La Eneida, frente a estas epopeyas primitivas , se convirtió en la obra popular y nacional,"por la combinación armoniosa de los elementos de la ficción y los de la realidad".
La Eneida es la obra cumbre de la poesía romana. Revela en el autor un profundo conocimiento de todo el pasado histórico y literario griego y romano.
MARCO TULIO CICERÓN:
Nació en la ciudad de Arquino en el año 106 a.C. A los 27 años inició un viaje a Atenas, Rodas y Asia Menor para estudiar retórica y filosofía. Luego volvió a Roma y contrajo matrimonio con Terencia, emprendió su carrera política y decidió seguir la abogacía. Así fue como fue elegido cuestor en Sicilia y gracias a uno de sus discursos contra el expoliador de los sicilianos fue inmortalizado como uno de los mejores oradores que ha existido en los tiempos de la latinidad.
Otro de sus grandes éxitos fue en el año 75 a.C. cuando fue proclamado cónsul. Su consulado se distinguió a partir de la conjuración de Catilina.
Con la grave crisis política que sufría Roma en el año 60 a.C. Cicerón se vio obligado a exiliarse ya que todos sus bienes fueron confiscados y su hogar destruido.
Al volver a Roma, estaba rodeado de popularidad y gratitud por parte del pueblo. Tan es así que en el año 51 a. C fue elegido procónsul de Turquía.
Luego de tener una adversidad con César, logra que este lo perdone y decide retirarse a su villa de Túsculo para dedicarse a pleno a las letras y a la filosofía.
Tras el asesinato de César, Cicerón se embarcó rumbo a Grecia , ya que Marco Antonio lo consideraba como uno de los cabecillas de la conjuración. Pero su ausencia no se prolongó demasiado; a su pronta vuelta pronunció contra Marco Antonio las 14 Filípicas, discursos muy fuertes que irritaron a éste. Nuevamente Cicerón huyó de Roma pero durante su embarcación a Iliria un viento en contra lo devolvió a tierra, donde fue tomado prisionero y asesinado, en el año 43 a.C.
La incesante actividad intelectual de Cicerón dio de sí una extensa producción literaria que podemos dividir, atendiendo a su contenido temático, en cuatro grupos: discursos, obras retóricas, obras filosóficas y cartas.
OVIDIO:
Nació en Sulmona, cerca de Roma. Educado para seguir una carrera política, destacó notablemente en el arte de la retórica, pero su genio era esencialmente poético y dedicó la mayor parte de su tiempo y energía a escribir poesía. Tras heredar la propiedad de su padre, Ovidio se trasladó a Atenas para completar su educación. Posteriormente viajó por Asia y visitó Sicilia. A la edad de treinta años, Ovidio se había casado tres veces y divorciado dos. Se le atribuyen numerosas amantes. Los detalles de sus romances se relatan en Amores, una serie de poemas que hablan de las diversas fases por las que pasaron sus relaciones con una mujer llamada Corina (que probablemente encarna la síntesis de varias figuras femeninas). Su vida privada fue la de un hombre de letras libre de preocupaciones, adinerado y en cierto modo libertino. En Roma, donde residió hasta cumplir los cincuenta años, se relacionó con la sociedad más distinguida de la ciudad, incluido el propio Emperador Augusto. Sin embargo, en el año 8 d.C. Ovidio fue desterrado a Tomis (hoy Constanza, Rumania). Según el propio Ovidio, uno de los motivos de su destierro fue la publicación del Ars amatoria, un poema sobre las artes amatorias demasiado exaltado para el gusto del emperador, que se proponía emprender diversas reformas morales. Pero probablemente esto no fue más que un pretexto, puesto que el poema llevaba ya diez años en circulación. Otra de las razones, nunca revelada por Ovidio, pudo haber sido su conocimiento del escándalo en el que estaba involucrada la hija del emperador, Julia. Pese a todo, Ovidio no perdió su ciudadanía y nunca abandonó la esperanza de ser repatriado, como manifiesta en los numerosos poemas que escribió para sus amigos durante su exilio en Tomis; pero tanto sus expectativas como las de sus amigos resultaron vanas. Ovidio murió en Tomis, tras ser nombrado ciudadano de honor de esta localidad.
QUINTO HORACIO FLACO:
Personalidad. Nació en Venusia, hijo de un liberto que se preocupó de que su hijo recibiera una esmerada educación. Estudió en Roma a los poetas arcaicos en la escuela de Orbilio y más tarde en Nápoles (igual que Virgilio) la filosofía epicúrea. Marchó a Atenas a ampliar estudios según la costumbre de la época y allí le sorprendió la guerra civil entre los republicanos Bruto y Casio y los herederos de César, Marco Antonio y Octavio. Alistado como tribuno militar en el ejército republicano, asistió a la derrota de Filipos donde huyó arrojando el escudo como en otro tiempo hiciera Arquíloco de Paros.
Después del perdón concedido por Augusto regresó a Roma, donde en el año 37 fue presentado por Virgilio a Mecenas del que no se separó hasta su muerte. Mecenas le consiguió un empleo de escribiente del Tesoro y le regaló una finca en la Sabina, con lo que el poeta, libre de toda preocupación económica y sin desmedidas ambiciones, pudo dedicarse tranquilamente al cultivo de la literatura. Horacio, como buen epicúreo, se mantuvo alejado de las actividades políticas y cargos públicos durante toda su vida; murió pocos meses después de su gran amigo y protector Mecenas.
ÉPODOS:
Los Épodos, llamados por Horacio Iambi, fueron escritos en el intervalo que media entre la batalla de Filipos (42) y la de Accio (31). El modelo griego de los épodos es Arquíloco de Paros (VII a.C.), creador del ritmo yámbico. Horacio adopta la estrofa yámbica, en la que un verso más largo se añade a otro más corto y mezcla también ritmos dactílicos y yámbicos.
ODAS:
Las Odas, que Horacio llamó Carmina, se recogen en cuatro libros, de los cuales los tres primeros vieron la luz en el 23 y el cuarto muchos años más tarde. Es la obra de madurez de Horacio, que recrea a los clásicos griegos Safo, Alceo, Anacreonte, Baquílides y Píndaro, frente a los poetae novi que siguieron modelos helenísticos. Aunque existe el antecedente de Catulo se puede afirmar que, en las Odas, Horacio adapta definitivamente los versos eólicos, propios de la poesía lírica, a la métrica latina. Los cuatro libros de Odas suman en total 103 composiciones de variada temática: patrióticas, eróticas, morales, de la naturaleza…
Fuente: http://html.rincondelvago.com/
Arte de la Antigua Roma
ARTE Y ARQUITECTURA DE ROMA
El arte y arquitectura de la antigua Roma y su imperio que en su periodo de máximo apogeo se extendió desde las islas Británicas hasta el mar Caspio. El arte romano más primitivo comenzó con el derrocamiento de los reyes etruscos y el establecimiento de la república el año 509 a.C. Se considera que el final del arte romano, y por consiguiente el inicio del arte medieval, llegó con la conversión del emperador Constantino al cristianismo y con el traslado de la capital del imperio desde Roma a Constantinopla en el año 330. Sin embargo, el estilo romano e incluso sus temáticas romanas paganas continuaron representándose durante siglos, a menudo bajo la impronta cristiana.
El arte romano se divide tradicionalmente en dos periodos: el arte de la Roma republicana y el de la Roma imperial (desde el año 27 a.C. en adelante), con subdivisiones correspondientes a los emperadores más importantes o a las diferentes dinastías. En la época de la república, el término romano se aplica prácticamente al arte realizado en la ciudad de Roma, que conserva la huella de su pasado etrusco. Poco a poco, el arte se liberó de su herencia etrusca, gracias a la expansión a través de Italia y el Mediterráneo y a medida que los romanos asimilaron otras culturas como la griega. Durante los dos últimos siglos antes del nacimiento de Cristo surgió una manera típicamente romana de construir edificios, realizar esculturas y pintar. Sin embargo, debido a la extraordinaria extensión geográfica del Imperio romano y a sus diversos pobladores, el arte y la arquitectura romanas fueron siempre eclécticas y se caracterizaron por emplear distintos estilos atribuibles a los gustos regionales y a las preferencias de sus mecenas. El arte romano no es sólo el arte de los emperadores, senadores y patricios, sino también el de todos los habitantes del vasto imperio romano, incluyendo a la clase media de los hombres de negocios, los libertos o plebeyos, esclavos y legionarios de Italia y sus provincias. Curiosamente, a pesar de que subsisten una gran cantidad de ejemplos escultóricos, pictóricos, arquitectónicos y decorativos, conocemos pocos nombres de sus artistas y arquitectos. En general los monumentos romanos se realizaron para glorificar a sus mecenas más que para expresar la sensibilidad artística de sus creadores.
La arquitectura:
Podemos hacernos una clara idea de la arquitectura romana a través de los impresionantes vestigios de los edificios públicos y privados de la Roma antigua y gracias a los escritos de la época, como el De Architectura, un tratado en 10 volúmenes compilado por Vitrubio hacia el final del siglo I a.C.
La planificación de la ciudad romana:
La típica ciudad colonial romana del periodo final de la república y del pleno imperio tuvo una planta rectangular similar a la de los campamentos militares romanos con dos calles principales —el cardo (de norte a sur) y el decumano (de este a oeste)—, una cuadrícula de pequeñas calles que dividen la ciudad en manzanas y un perímetro amurallado con puertas de acceso. Las ciudades anteriores a la adopción de este tipo de planificación, como la propia Roma, conservaron el esquema laberíntico de calles sinuosas. El punto focal era el foro, por lo general situado en el centro de la ciudad, en la intersección del cardo y el decumano. Este espacio abierto, rodeado de tiendas, funcionó como el lugar de reunión de los ciudadanos romanos. Fue además el emplazamiento de los principales edificios religiosos y cívicos, entre ellos el senado, la oficina de registro y la basílica, que consistía en una gran sala cubierta, flanqueada por naves laterales, con frecuencia de dos o más pisos. Las basílicas romanas albergaban las transacciones comerciales y los procesos judiciales, pero este edificio se adaptó en tiempos cristianos, convirtiéndose en la tipología de iglesia occidental con un ábside y un altar al final de la nave mayor. Las primeras basílicas se levantaron a comienzos del siglo II a.C. en el propio foro romano, pero es en Pompeya donde se encuentran los ejemplos de basílicas más antiguas y mejor conservadas (c. 120 a.C.).
En la Hispania romana se ha descubierto, gracias a diferentes excavaciones y a los vestigios arqueológicos, la planificación de algunas de las más importantes ciudades hispanorromanas, como Baelo Claudia en Cádiz, Itálica cerca de Sevilla (fundada por Publio Cornelio Escipión el año 206 a.C.), Emerita Augusta (Mérida), Caesar Augusta (Zaragoza) o Tarraco (Tarragona).
Los templos romanos:
El templo principal de la ciudad de Roma, el capitolio, estuvo por lo general localizado en un extremo del foro. El templo romano fue el resultado de una combinación de elementos griegos y etruscos: planta rectangular, tejado a dos aguas, vestíbulo profundo con columnas exentas y una escalera en la fachada dando acceso a su alto pódium o plinto. Los romanos conservaron los tradicionales órdenes o cánones griegos (dórico, jónico y corintio), pero inventaron otros dos: el toscano, una especie de orden dórico sin estrías en el fuste y el compuesto, con un capitel creado a partir de la mezcla de elementos jónicos y corintios. La Maison Carrée de la ciudad francesa de Nimes (c. 16 d.C.) es un ejemplo excelente de la tipología romana templaria. Los templos romanos no se levantaron únicamente en el foro, sino que aparecen también a lo largo de toda la ciudad y en el campo. Uno de los ejemplos posteriores más influyentes fue el Panteón (118-128 d.C.) de Roma, que consistió en el habitual vestíbulo o pórtico columnado cubierto a dos aguas, seguido por un espacio cilíndrico cubierto por una cúpula, sustituyendo la tradicional cella o habitación principal rectangular. Los templos rotondos, más simples, como el construido hacia el 75 a.C. en Tívoli, cerca de Roma, basados en prototipos griegos de cellas circulares perípteras, fueron también populares.
En España subsisten algunos restos arqueológicos de templos de época romana en las ciudades de Barcelona, Mérida (dedicado a la diosa Diana), Córdoba (columnas de la calle Claudio Marcelo) y Sevilla.
Las tiendas y los mercados:
Los edificios lúdicos y las tiendas estaban diseminados por toda la ciudad de Roma. Generalmente las tiendas eran unidades de una habitación (tabernae) abiertas a las aceras. Muchas muestras, incluyendo las que asociaban el molino con la panadería, se conservan aún en Pompeya y en otros lugares. A veces, se construyó un complejo unificado de tiendas, como los mercados de Trajano (98-117 a.C.) en la colina del Quirinal en Roma, que incorporaron numerosos locales comerciales (tabernae) en diferentes niveles y grandes vestíbulos abovedados de dos pisos.
Los teatros y anfiteatros:
Los teatros romanos aparecieron por primera vez al final del periodo republicano. Constaban de un alto escenario junto a un foso semicircular (orchestra) y un área circundante de asientos dispuestos en gradas (cavea). A diferencia de los teatros griegos, situados en pendientes naturales, los teatros romanos se construyeron sobre una estructura de pilares y bóvedas y de esta manera pudieron ubicarse en el corazón de las ciudades. Los teatros fueron populares en todos los lugares del Imperio. Podemos encontrar ejemplos impresionantes en Orange (principios del siglo I d.C., Francia) y en Sabratha (finales del siglo II d.C., Libia). Los teatros de Itálica y de Mérida fueron realizados en tiempos de Augusto y de Agripa, respectivamente. El segundo de ellos, aunque presenta diferentes fases constructivas, destaca por su pórtico a modo de gran fachada trasera del escenario (frons scaenae) del siglo I d.C. y por su orchestra semicircular. Los anfiteatros (literalmente, teatros dobles) tuvieron planta elíptica con una pista (arena) central, donde se celebraban combates entre gladiadores y animales, y un graderío alrededor similar al de los teatros. El anfiteatro más antiguo conocido es el de Pompeya (75 a.C.) y el más grande es el Coliseo de Roma (70-80 d.C.), que podía albergar a unos 50.000 espectadores, más o menos la capacidad actual de los estadios deportivos. En la Hispania romana destacan los anfiteatros de Mérida, Tarragona e Itálica. Los circos o hipódromos se construyeron también en las ciudades más importantes; la plaza Navona de Roma ocupa el lugar de un circo que fue construido durante el reinado de Domiciano (81-96 d.C.).
En las ciudades de Tarragona, Sagunto y Toledo pueden hoy día contemplarse algunos restos de antiguos circos romanos.
Los baños públicos o termas:
Las ciudades grandes, como las pequeñas, tuvieron termas o baños públicos (thermae). Bajo la república se completaron generalmente con un vestuario (apodyterium) y habitaciones para bañarse con agua caliente, templada y fría (caldarium, tepidarium, frigidarium) junto a una zona de ejercicios, la palestra. Las termas (75 a.C.) cerca del foro de Pompeya son un ejemplo excelente de los modelos más antiguos. Bajo el imperio estas estructuras comparativamente modestas se volvieron progresivamente más grandiosas. Ejemplos posteriores, como los baños de Caracalla (c. 217 d.C.) en Roma tenían incluso bibliotecas, tiendas y enormes espacios públicos abovedados, decorados con estatuas, mosaicos, pinturas y estucos.
Las obras públicas:
Entre los diversos proyectos de construcciones públicas de los romanos, la red de puentes y calzadas que facilitaron la comunicación a través de todo el imperio y los acueductos que traían el agua a las ciudades desde los manantiales cercanos (Pont du Gard, año 19 d.C., cerca de Nimes), son los más extraordinarios.
El puente de Alcántara sobre el río Tajo, en Cáceres (España), puede ser considerado como una gran obra de ingeniería, gracias a la combinación del arco y la bóveda. Fue construido por el arquitecto Lacer en tiempos de Trajano y llevaba asociados un arco de triunfo y un templo. Aún se yergue el famoso acueducto de Segovia. Está formado por dos series de arquerías (118 arcos en su totalidad), superpuestas en dos niveles por robustos pilares de granito. Su cometido radicaba en surtir y proveer a la ciudad del agua necesaria. Fue construido en el siglo I a.C. Debemos destacar también los acueductos de los Milagros y de San Lázaro en Emerita Augusta (Mérida).
Las viviendas:
Aunque los edificios públicos fueron las construcciones urbanas más grandes y costosas, la mayor parte de la ciudad de Roma estaba ocupada por viviendas particulares.
La domus o casa romana:
Las viviendas unifamiliares se construyeron con una amplia variedad de formas y tamaños, pero las domus romanas generalmente exhibieron su preferencia por la simetría axial, que caracteriza también la mayor parte de la arquitectura pública. Las casas más antiguas, fechadas entre los siglos III y IV a.C., parecen haber sido construidas de acuerdo con los modelos etruscos. La domus itálica, o casa de los inicios de la República, constaba de un pasillo de entrada (fauces), un espacio principal a cielo abierto (atrium) con un estanque central para recoger el agua de la lluvia (impluvium), una serie de pequeñas habitaciones (cubicula), una zona de recepción y trabajo (tablinum), un comedor (triclinium), una cocina (culina) y a veces un pequeño jardín trasero (hortus). La parte delantera contaba en ocasiones con estancias abiertas a la calle que servían de tiendas. Durante el final de la República y el comienzo del Imperio, las casas romanas se convirtieron en unidades más complicadas. En el atrium se instalaron columnas de estilo griego, el antiguo hortus se ensanchó y se rodeó de una columnata (peristilo), y la decoración se hizo bastante profusa. Las viviendas de las ciudades más ricas llegarían a ocupar un bloque entero, como ocurrió con la denominada casa del Fauno de Pompeya, construida a principios del II siglo d.C.
La villa y el palacio:
Las villas suburbanas, como las que pertenecieron a Cicerón, el orador y hombre de estado, y a otros romanos famosos, incorporaron grandes terrenos, lagos, santuarios y complejos termales. La más extraordinaria de las villas imperiales conservadas es la de Adriano en Tívoli (iniciada el 118 a.C.). El primer emperador, Augusto, que reinó desde el 27 d.C. al 14, vivió en una residencia relativamente austera en la colina Palatina en Roma, pero Domiciano ordenó construir a su lado un gran palacio imperial (iniciado aproximadamente el 81 d.C.). La domus augustana de Domiciano sirvió también como cuartel general de los emperadores posteriores. Tuvo grandes salones de recepción, comedores públicos, fuentes y un jardín en forma de estadio, además de un ala residencial.
La insulae:
Los ciudadanos del periodo imperial que no pudieron permitirse tener viviendas particulares, vivían en insulae, viviendas colectivas de muchos pisos, construidas de ladrillo y argamasa, similares a los edificios de apartamentos actuales. Los ejemplos mejor conservados, fechados en los siglos II y III, están en Ostia, el puerto de Roma en la desembocadura del río Tíber.
Los enterramientos romanos:
La tumba sepulcral fue un tipo de construcción que casi siempre estaba emplazada fuera de la urbe propiamente dicha. Las tumbas romanas, levantadas generalmente junto a las calzadas principales de entrada a la ciudad, tuvieron una extraordinaria variedad formal porque reflejaron los gustos personales de sus promotores y porque su función, alojar los cuerpos o restos incinerados de los muertos, podía adecuarse a cualquier forma. El emperador Augusto construyó su propio mausoleo en Roma entre los años 28 y 23 a.C., un gigantesco tambor macizo coronado por un túmulo, recordando los sepulcros de tierra de la época etrusca. El emperador Adriano erigió en el otro lado del Tíber un mausoleo aún mayor, construido para él mismo y sus sucesores (135 d.C.-139 d.C.), que en el siglo V se transformó en el castillo de Sant'Angelo. Un potentado contemporáneo a Augusto, Cayo Sestio, eligió hacia el año 15 a.C. una pirámide sepulcral, mientras que en la misma época un próspero panadero, Marcus Virgilium Eurysaces, decoró su tumba con un friso en el que se detallaban las diferentes fases de la cocción del pan. Las personas con menos recursos, los libertos en particular, fueron enterrados en tumbas comunales llamadas columbaria, en las que las cenizas de los fallecidos se depositaban en alguno de los innumerables nichos diferenciados por una simple inscripción. Se erigieron también grandes tumbas verticales, como la realizada en honor de la familia patricia de los Julios en Saint-Rémy de Provenza (Francia). Su mausoleo, construido hacia el 25 d.C., consiste en una gran base bajo un cuerpo de cuatro arcos y un pequeño templo circular rematado por dos estatuas. Los sepulcros también podían estar horadados en las laderas de las montañas, con portadas monumentales talladas en los taludes de piedra, como en la necrópolis romana de Petra (actual Jordania).
La denominada Tumba o Torre de los Escipiones (primera mitad del siglo I d.C.) constituye uno de los mejores sepulcros conservados en la Hispania romana. Localizado cercano a Tarragona, presenta un aspecto de torre con cuerpos superpuestos, en los que se colocaron esculturas del dios Atis y bajorrelieves que quizás representan a los difuntos para los que se realizó el monumento, supuestamente rematado por una pequeña pirámide.
Los materiales y métodos de construcción:
El principal material de construcción romano a partir del periodo republicano, fue el sillar de piedra de cantería local, utilizado junto con vigas de madera, tejas y baldosas cerámicas. La piedra elegida variaba desde la toba y el travertino del centro de Italia al brillante mármol blanco importado de Grecia y Asia Menor o, en tiempos de Julio César, desde Luna (actual Luni, cerca de Carrara, Italia) y los mármoles polícromos traídos desde las canteras de todo el mundo antiguo. A menudo se utilizaron finas placas de mármol como revestimiento para cubrir las paredes construidas de sillería o sillarejo ligado con mortero.
Los mármoles dieron esplendor a las construcciones romanas, al igual que a los edificios griegos anteriores, pero la argamasa, material equiparable al hormigón actual inventado por los romanos, les permitió levantar edificios imposibles de construir con el anterior sistema de estructuras adinteladas. El opus caementicium romano era una amalgama de piedras informes, cal y puzzolana volcánica, que suministró a los arquitectos romanos los medios para cubrir espacios enormes con grandes arcos y bóvedas, y liberar al diseño arquitectónico de los modelos rectilíneos que se usaron en la arquitectura griega.
Las cubiertas concrecionadas hicieron posible la construcción de los grandes anfiteatros y baños del mundo romano, así como la cúpula del Panteón y algunos santuarios espectaculares en las colinas, como el de Fortuna Primigenia en Palestina (finales del siglo II d.C.). Debido a que los muros y cubiertas estaban hechas con moldes, los arquitectos comenzaron a experimentar con configuraciones irregulares que proporcionaban un cierto dramatismo al interior de los edificios. Aunque la argamasa romana podía ser revestida con gran variedad de materiales, el ladrillo fue el más popular durante el imperio. De hecho, durante los dos siglos anteriores a nuestra era, el ladrillo llegó a ser apreciado por derecho propio como elemento de construcción en las fachadas de los edificios. Las fachadas de argamasa revestida de ladrillo se convirtieron rápidamente en el modelo favorito para los edificios grandes como las insulae o casas de apartamentos, las termas y los horrea o almacenes (como los horrea de Epagathius en Ostia, del 145 al 150 d.C.).
La escultura:
A lo largo de todo el mundo romano las estatuas y relieves escultóricos adornaron los edificios públicos y privados. De hecho, algunas construcciones romanas fueron poco más que soportes monumentales para la escultura.
Los arcos de triunfo:
Los arcos de triunfo levantados en todas las partes del imperio se destacan como uno de los monumentos más importantes. Aunque casi ninguno de los grandes grupos escultóricos (a menudo cuadrigas) que alguna vez remataron estos arcos ha subsistido, el propósito originario de tales construcciones fue únicamente servir de soporte a la estatuaria honorífica. Los arcos primitivos eran muy sencillos pero bajo Augusto y los emperadores posteriores se fueron complicando. Con el tiempo se convirtieron en verdaderos soportes propagandísticos, recubiertos con series extensas de bajorrelieves, anunciando las victorias y las grandes hazañas de los emperadores. Las imágenes solían representar acontecimientos históricos concretos, pero frecuentemente se desarrollaron también temas alegóricos en los que el emperador podía aparecer en compañía de los dioses o recibiendo el homenaje de los pueblos conquistados.
Entre los arcos más importantes conservados en Roma están el de Tito (c. 81 d.C.), en el foro romano y el de Constantino (315 d.C.) cerca del Coliseo. En los dos bajorrelieves del arco de Tito se representa el desfile triunfal del emperador, los tesoros del gran templo de Jerusalén. El arco de Constantino presenta una mezcla de relieves reutilizados de monumentos más antiguos y otros realizados especialmente para dicho arco. Los medallones y frisos muestran una gran cantidad de temáticas, incluyendo escenas de batalla, sacrificio y distribución de dádivas. En los relieves antiguos la cabeza de Constantino fue labrada en sustitución de las de sus predecesores. Esta remodelación de los relieves antiguos fue algo corriente en la Roma imperial. Los monumentos de los emperadores condenados a título póstumo por el Senado (damnatio memoriae) fueron modificados o destruidos.
Algunos arcos decorados con suntuosidad pueden contemplarse también fuera de Roma. En Benevento, en el sur de Italia, se levantó hacia el 114 d.C. un gran arco con 14 placas en las que se rendía homenaje a Trajano. En Orange, Francia, el arco de Tiberio (225 d.C.) se decoró con representaciones de las tropas militares y de los prisioneros fronterizos, escenas de los romanos luchando contra los galos, escudos y armas de los prisioneros. En España se conservan en la actualidad los arcos de Bará en Tarragona, el de Caparra en la ciudad antigua de Capeta (Cáceres) y el de Medinaceli en Soria. El primero de ellos presenta un único vano central, el segundo de ellos, de finales del siglo I d.C., presenta una configuración cuadrifonte y el tercero una estructura tripartita, con un arco central más grande flanqueado por otros dos de menor tamaño.
Las columnas rostrales y los altares:
Ocasionalmente se levantaron también columnas historiadas, con frisos de bajorrelieves en espiral, relatando con gran detalle las campañas militares de los romanos. La primera y más grande de ellas fue la del foro de Trajano (113 d.C.) de Roma, levantada por el arquitecto Apolodoro de Damasco. Describe las actividades de la armada romana en su guerra contra los Dacios, en la frontera septentrional del Imperio (actual Rumania). Los relieves históricos adornaron también grandes altares como el Ara Pacis de Augusto (fechado en Roma del 13 al 9 a.C.), cuyos relieves celebran el inicio con Augusto de la pax romana, la gran época de paz y prosperidad del Imperio romano.
Los estilos escultóricos:
El estilo de los relieves escultóricos del imperio se extiende desde el consciente neoclasicismo griego de los frisos del Ara Pacis al esquemático, frontal e hierático estilo de los nuevos bajorrelieves labrados para el arco de Constantino. En muchos monumentos pueden contemplarse dos o más estilos superpuestos. Como se ha señalado anteriormente, la historia del arte romano fue ecléctica hasta su final y ningún periodo tuvo un estilo unificado. De hecho, las construcciones oficiales a menudo difieren, como se aprecia en los monumentos coetáneos de la capital y las provincias.
Los relieves funerarios:
Los encargos privados de esculturas en relieve se hicieron por lo general en contextos funerarios. Los comerciantes prósperos, como el panadero Eurysaces, hicieron inmortalizar en sus mausoleos las actividades comerciales realizadas en vida. Durante el final de la República y el inicio del Imperio se labraron relieves escultóricos de los libertos para las fachadas de sus sepulcros comunales. En los siglos I y II d.C. los retratos en relieve se colocaron generalmente en los altares funerarios o alrededor de las tumbas.
Los relieves sepulcrales más importantes, utilizados a partir de mediados del siglo II tanto por las clases medias como por las altas, decoraron los sarcophagi (literalmente carnívoros), sarcófagos, producidos en Roma y otras metrópolis importantes del Mediterráneo, incluyendo Atenas y varias ciudades griegas. Muchos de los relieves de los sarcófagos conservados están compuestos únicamente de guirnaldas y otros motivos decorativos, pero se representaron también gran variedad de temas narrativos. Los relatos mitológicos, como Las labores de Hércules, Meleagro cazando el jabalí de Calidonia y La leyenda de Niobe y sus hijos, fueron particularmente estimados. El Museo Arqueológico Nacional de Madrid conserva un sarcófago procedente de Husillos (Palencia) realizado en tiempos de Adriano, en el que sus relieves escultóricos muestran una temática relacionada con el mito de Orestes y su venganza, y el Museo Arqueológico de Barcelona conserva otra pieza procedente de Alicante que representa el rapto de Proserpina (siglo II d.C.). A menudo se sustituyó el retrato del fallecido por el busto de un héroe o heroína mitológica. Algunas veces los relieves sepulcrales fueron también de naturaleza pseudobiográfica de modo que el cliente pudiera elegir, a partir de un catálogo, las representaciones de escenas de guerra, sacrificio y matrimonio. La composición de estas escenas se basaba en los relieves imperiales, que podían mostrar al emperador haciendo sacrificios a los dioses oficiales o recibiendo a los emisarios de los bárbaros.
El mármol blanco fue el material preferido por los romanos para los relieves escultóricos, pero en muchas ocasiones emplearon variedades menos costosas de piedra. Por lo general, los relieves se policromaron y en ocasiones incluyeron piedras de colores como el pórfido, material predilecto en el siglo IV, sobre todo en los sarcófagos imperiales.
La escultura exenta:
En la estatuaria de bulto redondo utilizaron los mismos materiales pétreos, aunque se hicieron también gran cantidad de estatuas en bronce o incluso en oro y plata. Se conservan relativamente pocas estatuas en bronce y casi ninguna en oro o plata, ya que muchas de ellas se fundieron en la edad media y periodos posteriores. La estatua ecuestre en bronce (c. 175 d.C.) del emperador Marco Aurelio en la plaza del Capitolio en Roma (conservada únicamente porque se creyó que representaba a Constantino), el busto en oro del mismo emperador en Avenches (Museo Cantonal de arqueología e historia, Lausana, Suiza) y el busto de plata (Museo de Antigüedades de Turín, Italia) de Lucio Aurelio Vero, corregente (161-169 d.C.) con Marco Aurelio, son excepciones notables.
También se realizaron estatuas de dioses, héroes y seres humanos en una amplia variedad de contextos. Cada templo tuvo su estatua de culto. Las imágenes en mármol y bronce de dioses y héroes, originales romanos o copias de las antiguas estatuas griegas, fueron comunes no sólo en los lugares públicos como las termas, sino en los atrios, jardines y estanques de viviendas privadas. Los edificios civiles importantes solían poseer un retrato del emperador vivo y a veces incluso de su mujer e hijos. Así por ejemplo en el Museo Arqueológico de Córdoba se conserva una cabeza que representa a uno de los hijos del emperador Tiberio y en el Museo Arqueológico de Tarragona un retrato de Livia.
Los retratos escultóricos:
El retrato escultórico romano compone uno de los grandes capítulos en la historia del arte antiguo. Los retratos conservados varían en tamaño, desde bustos pequeñísimos a enormes estatuas como la de Constantino (c. 315 d.C.-330 d.C.), ubicada en su basílica del foro romano. Durante la República fue costumbre que los miembros de la familia portaran imágenes del fallecido durante el cortejo fúnebre. Recientes estudios sugieren que la representación de hombres y mujeres ancianos asociados con monumentos funerarios no son retratos concretos del fallecido sino convenciones culturales sobre su imagen. Esta costumbre se complementaba con los actos conmemorativos y otros eventos como la presencia de sus imágenes en espacios públicos. En cualquier caso, la representación veraz se incluía para completar el compendio de virtudes republicanas. Otra teoría ha sugerido que estas imágenes fueron esculpidas por artistas griegos cuya propia hostilidad hacia los romanos les impulsó a exagerar estos convencionalismos hasta el límite caricaturesco. El concepto simbólico de las imágenes continuó en el periodo de la Roma imperial, tal como revelan las imágenes de Augusto. Cuando el primer emperador murió en el año 14 d.C. a la edad de 76 años, sus retratos oficiales todavía lo representaban como un hombre joven. Aunque la representación oficial varió a lo largo de su vida en innumerables ocasiones, ninguna le muestra como un monarca anciano. Con el tiempo, sin embargo, las imágenes de los emperadores se volvieron más figurativas.
La pintura:
Actualmente se conservan pocas tablas pintadas, pero se sabe por la literatura antigua que los artistas romanos elaboraron sobre este soporte una gran variedad de temas, incluyendo acontecimientos históricos, mitos, escenas de vida cotidiana, retratos y bodegones.
Los retratos pintados:
En el periodo de la Roma imperial, los retratos pintados están tipificados por unas tablas que han aparecido en diferentes lugares de Egipto. Estas pinturas, tradicionalmente denominadas retratos del Fayum, por el distrito agrícola en Egipto donde fueron descubiertas, están realizadas con la técnica de la encáustica, un método que disuelve los pigmentos en cera fundida. Estas tablas son los únicos retratos que se conservan en cierto número y aunque se trata de trabajos provincianos, muestran el alto nivel de los pintores romanos. Estas imágenes reflejan los gustos imperantes del momento y suministran una visión de la evolución del retrato durante el periodo imperial. Se conserva (Museo Staatliche de Berlín) un retrato imperial pintado que representa a Lucio Septimio Severo, su mujer Julia Domna y sus hijos Caracalla y Geta. La cabeza de Geta fue borrada después de su condena oficial (damnatio memoriae).
La pintura mural:
La pintura mural, en cambio, está bien documentada, sobre todo en Pompeya y en las otras ciudades que fueron enterradas en el año 79 d.C. por la erupción del volcán Vesubio. Se distinguen cuatro etapas denominadas estilos pompeyanos.
Los estilos primero y segundo:
El primer estilo, popular aproximadamente entre los años 120 y 80 a.C. (Casa de Salustio, Pompeya), se basa en la decoración griega de interiores y a veces se denomina como el estilo de incrustación porque sus pinturas sobre el yeso se utilizaron para imitar el aspecto de los muros de mármol pulidos. Los pintores que trabajaron en el segundo estilo, desde el 80 al 15 a.C., intentaron crear por medio de la perspectiva una ilusión espacial que se prolongaba más allá de la superficie mural. Las columnatas, los jardines, los escenarios teatrales y los templos circulares fueron motivos usuales. Hoy se pueden encontrar extensas series de frescos del segundo estilo en Pompeya (villa de los Misterios, año 50 a.C.), en una magnífica villa excavada recientemente cerca de Oplontis (también del año 50 a.C.) y en otros lugares. La casa de Augusto en la colina del Palatino en Roma estuvo decorada, incluso, en este elegante estilo (c. 25 a.C.).
Los estilos tercero y cuarto:
El tercer estilo, datado desde el 15 a.C. hasta el 63 d.C. es una pintura delicada en la que el ilusionismo del segundo estilo se suprimió en favor de arabescos lineales sobre fondos monocromos. Las habitaciones más hermosas pintadas en el tercer estilo se conservan en la villa de Agripa Postumo en Boscotrecase (10 a.C.). El cuarto estilo, desarrollado entre el 63 al 79 d.C., antes de la erupción del Vesubio, es el estilo último y más complejo. Los motivos arquitectónicos fueron de nuevo populares, pero no de acuerdo con una perspectiva lógica, sino con estructuras fantásticas e imposibles de construir, como las de la casa Vetii en Pompeya. En los estilos tercero y cuarto la parte central de los murales está pintada al estilo de las tablas, mostrando temas mitológicos, aunque también se conocen ejemplos de vida cotidiana y retratos. El desarrollo de la pintura mural después de la destrucción de estas ciudades por el Vesubio está menos documentado, pero se pueden encontrar estancias pintadas en los siglos II, III y IV en Ostia y, sobre todo, en las catacumbas romanas, donde los temas cristianos se desarrollaron mucho antes de la conversión de Constantino al cristianismo.
Entre los restos murales pictóricos de la Hispania romana debemos destacar los conservados en el Museo de Arte Romano de Mérida y los de Santa Eulalia de Bóveda (Lugo).
Otras artes:
Dondequiera que existieran pinturas murales, es probable que también hubiera suelos polícromos. Éstos estaban pintados de forma sencilla, a menudo con tonos uniformes, pero en muchos casos se completaron con baldosas de mármol de colores o pequeños paralelepípedos vítreos (teselas) formando mosaicos.
Los mosaicos:
En todas las partes del imperio se han encontrado mosaicos romanos. Oscilan desde los modelos abstractos de teselas blancas y negras hasta las ambiciosas composiciones figurativas polícromas, como el gran suelo de la casa del Fauno en Pompeya, que reproduce una pintura griega del siglo IV a.C. (la Batalla de Issos, un encuentro entre los ejércitos de Alejandro Magno y el rey Darío III de Persia). A menudo los techos romanos estuvieron pintados o recubiertos de mosaicos, pero también se decoraron con relieves polícromos de estuco. Se han excavado hermosas bóvedas estucadas en la Casa Farnesina (20 a.C.) y en la tumba de los Pancratii en Roma (160 d.C.).
En España se conservan muchos mosaicos de época romana. Entre ellos cabe destacar los del Museo de Barcelona (temática circense y pisciforme), los del Museo Arqueológico Nacional de Madrid (sobre todo los que representan los trabajos de Hércules), los de Tarragona (con el tema de la Medusa), los del Museo de Navarra en Pamplona (Triunfo de Baco y Teseo y el Minotauro), los de Itálica (mosaico de Neptuno), los de Mérida (mosaico de los siete sabios y mosaicos de la casa del Mitreo) y los de Ampurias en Gerona (Sacrificio de Ifigenia).
Las gemas, los camafeos, la metalistería y la cristalería:
En la Roma antigua las denominadas artes menores, la metalistería, el tallado de gemas o el soplado y moldeado del vidrio, aunque tuvieron un desarrollo menor, fueron muy apreciadas. Los nombres de los artistas rara vez se hicieron constar, pero conocemos al grabador de los sellos oficiales del emperador Augusto, un artífice llamado Dioscorides. Se conservan un gran número de camafeos y piedras preciosas grabadas en hueco, con retratos y figuras mitológicas, así como algunos grandes camafeos con escenas narrativas y alegóricas. Entre los más importantes están la Gemma Augustea (principios del siglo I d.C., Museo Kunsthistorische de Viena), dedicada a Augusto y el Gran Camafeo de Francia (París, Biblioteca Nacional), realizado en honor de Tiberio, sucesor de Augusto.
Los orfebres fueron diestros en la elaboración de joyas de metales preciosos y costosas vajillas. Se han encontrado vajillas de plata romanas en una villa en Boscoreale y en la casa de Menander en Pompeya. Ambos tesoros, enterrados por la erupción del Vesubio, incluyen motivos abstractos, vegetales y figurativos. Los trabajos en miniatura más difundidos del arte romano fueron las monedas acuñadas en oro, plata y cobre. Bajo el Imperio, las monedas mostraban en el lado anverso los retratos de los emperadores y en el reverso representaciones de dioses, de edificios o de relatos mitológicos.
El vidrio romano, a pesar de su fragilidad, se ha conservado en cantidades considerables. La fabricación incluyó las técnicas del vidrio moldeado y del vidrio soplado, además de variantes lujosas como los camafeos de cristal (vaso Portland, finales del primer siglo a.C., Museo Británico de Londres), los mosaicos vítreos (ejemplos del siglo I a.C. en el Museo del cristal de Corning, Nueva York), la fondi d'oro (cristal realzado con oro, ejemplos varios del siglo IV d.C. en el Museo Metropolitano de Nueva York) y la diatreta (vasos torneados), vasijas de cristal de una pieza con figuras talladas en altorrelieve sobre la superficie exterior (vaso Licurgo, siglo IV d.C., Museo Británico).
Influencia:
El arte y la arquitectura de Roma marcaron una profunda impronta no sólo en el arte posterior de la edad media sino también en los periodos renacentista y barroco, e incluso en gran parte del arte contemporáneo que muestra algunos rasgos heredados del pasado romano.
El arte y arquitectura de la antigua Roma y su imperio que en su periodo de máximo apogeo se extendió desde las islas Británicas hasta el mar Caspio. El arte romano más primitivo comenzó con el derrocamiento de los reyes etruscos y el establecimiento de la república el año 509 a.C. Se considera que el final del arte romano, y por consiguiente el inicio del arte medieval, llegó con la conversión del emperador Constantino al cristianismo y con el traslado de la capital del imperio desde Roma a Constantinopla en el año 330. Sin embargo, el estilo romano e incluso sus temáticas romanas paganas continuaron representándose durante siglos, a menudo bajo la impronta cristiana.
El arte romano se divide tradicionalmente en dos periodos: el arte de la Roma republicana y el de la Roma imperial (desde el año 27 a.C. en adelante), con subdivisiones correspondientes a los emperadores más importantes o a las diferentes dinastías. En la época de la república, el término romano se aplica prácticamente al arte realizado en la ciudad de Roma, que conserva la huella de su pasado etrusco. Poco a poco, el arte se liberó de su herencia etrusca, gracias a la expansión a través de Italia y el Mediterráneo y a medida que los romanos asimilaron otras culturas como la griega. Durante los dos últimos siglos antes del nacimiento de Cristo surgió una manera típicamente romana de construir edificios, realizar esculturas y pintar. Sin embargo, debido a la extraordinaria extensión geográfica del Imperio romano y a sus diversos pobladores, el arte y la arquitectura romanas fueron siempre eclécticas y se caracterizaron por emplear distintos estilos atribuibles a los gustos regionales y a las preferencias de sus mecenas. El arte romano no es sólo el arte de los emperadores, senadores y patricios, sino también el de todos los habitantes del vasto imperio romano, incluyendo a la clase media de los hombres de negocios, los libertos o plebeyos, esclavos y legionarios de Italia y sus provincias. Curiosamente, a pesar de que subsisten una gran cantidad de ejemplos escultóricos, pictóricos, arquitectónicos y decorativos, conocemos pocos nombres de sus artistas y arquitectos. En general los monumentos romanos se realizaron para glorificar a sus mecenas más que para expresar la sensibilidad artística de sus creadores.
La arquitectura:
Podemos hacernos una clara idea de la arquitectura romana a través de los impresionantes vestigios de los edificios públicos y privados de la Roma antigua y gracias a los escritos de la época, como el De Architectura, un tratado en 10 volúmenes compilado por Vitrubio hacia el final del siglo I a.C.
La planificación de la ciudad romana:
La típica ciudad colonial romana del periodo final de la república y del pleno imperio tuvo una planta rectangular similar a la de los campamentos militares romanos con dos calles principales —el cardo (de norte a sur) y el decumano (de este a oeste)—, una cuadrícula de pequeñas calles que dividen la ciudad en manzanas y un perímetro amurallado con puertas de acceso. Las ciudades anteriores a la adopción de este tipo de planificación, como la propia Roma, conservaron el esquema laberíntico de calles sinuosas. El punto focal era el foro, por lo general situado en el centro de la ciudad, en la intersección del cardo y el decumano. Este espacio abierto, rodeado de tiendas, funcionó como el lugar de reunión de los ciudadanos romanos. Fue además el emplazamiento de los principales edificios religiosos y cívicos, entre ellos el senado, la oficina de registro y la basílica, que consistía en una gran sala cubierta, flanqueada por naves laterales, con frecuencia de dos o más pisos. Las basílicas romanas albergaban las transacciones comerciales y los procesos judiciales, pero este edificio se adaptó en tiempos cristianos, convirtiéndose en la tipología de iglesia occidental con un ábside y un altar al final de la nave mayor. Las primeras basílicas se levantaron a comienzos del siglo II a.C. en el propio foro romano, pero es en Pompeya donde se encuentran los ejemplos de basílicas más antiguas y mejor conservadas (c. 120 a.C.).
En la Hispania romana se ha descubierto, gracias a diferentes excavaciones y a los vestigios arqueológicos, la planificación de algunas de las más importantes ciudades hispanorromanas, como Baelo Claudia en Cádiz, Itálica cerca de Sevilla (fundada por Publio Cornelio Escipión el año 206 a.C.), Emerita Augusta (Mérida), Caesar Augusta (Zaragoza) o Tarraco (Tarragona).
Los templos romanos:
El templo principal de la ciudad de Roma, el capitolio, estuvo por lo general localizado en un extremo del foro. El templo romano fue el resultado de una combinación de elementos griegos y etruscos: planta rectangular, tejado a dos aguas, vestíbulo profundo con columnas exentas y una escalera en la fachada dando acceso a su alto pódium o plinto. Los romanos conservaron los tradicionales órdenes o cánones griegos (dórico, jónico y corintio), pero inventaron otros dos: el toscano, una especie de orden dórico sin estrías en el fuste y el compuesto, con un capitel creado a partir de la mezcla de elementos jónicos y corintios. La Maison Carrée de la ciudad francesa de Nimes (c. 16 d.C.) es un ejemplo excelente de la tipología romana templaria. Los templos romanos no se levantaron únicamente en el foro, sino que aparecen también a lo largo de toda la ciudad y en el campo. Uno de los ejemplos posteriores más influyentes fue el Panteón (118-128 d.C.) de Roma, que consistió en el habitual vestíbulo o pórtico columnado cubierto a dos aguas, seguido por un espacio cilíndrico cubierto por una cúpula, sustituyendo la tradicional cella o habitación principal rectangular. Los templos rotondos, más simples, como el construido hacia el 75 a.C. en Tívoli, cerca de Roma, basados en prototipos griegos de cellas circulares perípteras, fueron también populares.
En España subsisten algunos restos arqueológicos de templos de época romana en las ciudades de Barcelona, Mérida (dedicado a la diosa Diana), Córdoba (columnas de la calle Claudio Marcelo) y Sevilla.
Las tiendas y los mercados:
Los edificios lúdicos y las tiendas estaban diseminados por toda la ciudad de Roma. Generalmente las tiendas eran unidades de una habitación (tabernae) abiertas a las aceras. Muchas muestras, incluyendo las que asociaban el molino con la panadería, se conservan aún en Pompeya y en otros lugares. A veces, se construyó un complejo unificado de tiendas, como los mercados de Trajano (98-117 a.C.) en la colina del Quirinal en Roma, que incorporaron numerosos locales comerciales (tabernae) en diferentes niveles y grandes vestíbulos abovedados de dos pisos.
Los teatros y anfiteatros:
Los teatros romanos aparecieron por primera vez al final del periodo republicano. Constaban de un alto escenario junto a un foso semicircular (orchestra) y un área circundante de asientos dispuestos en gradas (cavea). A diferencia de los teatros griegos, situados en pendientes naturales, los teatros romanos se construyeron sobre una estructura de pilares y bóvedas y de esta manera pudieron ubicarse en el corazón de las ciudades. Los teatros fueron populares en todos los lugares del Imperio. Podemos encontrar ejemplos impresionantes en Orange (principios del siglo I d.C., Francia) y en Sabratha (finales del siglo II d.C., Libia). Los teatros de Itálica y de Mérida fueron realizados en tiempos de Augusto y de Agripa, respectivamente. El segundo de ellos, aunque presenta diferentes fases constructivas, destaca por su pórtico a modo de gran fachada trasera del escenario (frons scaenae) del siglo I d.C. y por su orchestra semicircular. Los anfiteatros (literalmente, teatros dobles) tuvieron planta elíptica con una pista (arena) central, donde se celebraban combates entre gladiadores y animales, y un graderío alrededor similar al de los teatros. El anfiteatro más antiguo conocido es el de Pompeya (75 a.C.) y el más grande es el Coliseo de Roma (70-80 d.C.), que podía albergar a unos 50.000 espectadores, más o menos la capacidad actual de los estadios deportivos. En la Hispania romana destacan los anfiteatros de Mérida, Tarragona e Itálica. Los circos o hipódromos se construyeron también en las ciudades más importantes; la plaza Navona de Roma ocupa el lugar de un circo que fue construido durante el reinado de Domiciano (81-96 d.C.).
En las ciudades de Tarragona, Sagunto y Toledo pueden hoy día contemplarse algunos restos de antiguos circos romanos.
Los baños públicos o termas:
Las ciudades grandes, como las pequeñas, tuvieron termas o baños públicos (thermae). Bajo la república se completaron generalmente con un vestuario (apodyterium) y habitaciones para bañarse con agua caliente, templada y fría (caldarium, tepidarium, frigidarium) junto a una zona de ejercicios, la palestra. Las termas (75 a.C.) cerca del foro de Pompeya son un ejemplo excelente de los modelos más antiguos. Bajo el imperio estas estructuras comparativamente modestas se volvieron progresivamente más grandiosas. Ejemplos posteriores, como los baños de Caracalla (c. 217 d.C.) en Roma tenían incluso bibliotecas, tiendas y enormes espacios públicos abovedados, decorados con estatuas, mosaicos, pinturas y estucos.
Las obras públicas:
Entre los diversos proyectos de construcciones públicas de los romanos, la red de puentes y calzadas que facilitaron la comunicación a través de todo el imperio y los acueductos que traían el agua a las ciudades desde los manantiales cercanos (Pont du Gard, año 19 d.C., cerca de Nimes), son los más extraordinarios.
El puente de Alcántara sobre el río Tajo, en Cáceres (España), puede ser considerado como una gran obra de ingeniería, gracias a la combinación del arco y la bóveda. Fue construido por el arquitecto Lacer en tiempos de Trajano y llevaba asociados un arco de triunfo y un templo. Aún se yergue el famoso acueducto de Segovia. Está formado por dos series de arquerías (118 arcos en su totalidad), superpuestas en dos niveles por robustos pilares de granito. Su cometido radicaba en surtir y proveer a la ciudad del agua necesaria. Fue construido en el siglo I a.C. Debemos destacar también los acueductos de los Milagros y de San Lázaro en Emerita Augusta (Mérida).
Las viviendas:
Aunque los edificios públicos fueron las construcciones urbanas más grandes y costosas, la mayor parte de la ciudad de Roma estaba ocupada por viviendas particulares.
La domus o casa romana:
Las viviendas unifamiliares se construyeron con una amplia variedad de formas y tamaños, pero las domus romanas generalmente exhibieron su preferencia por la simetría axial, que caracteriza también la mayor parte de la arquitectura pública. Las casas más antiguas, fechadas entre los siglos III y IV a.C., parecen haber sido construidas de acuerdo con los modelos etruscos. La domus itálica, o casa de los inicios de la República, constaba de un pasillo de entrada (fauces), un espacio principal a cielo abierto (atrium) con un estanque central para recoger el agua de la lluvia (impluvium), una serie de pequeñas habitaciones (cubicula), una zona de recepción y trabajo (tablinum), un comedor (triclinium), una cocina (culina) y a veces un pequeño jardín trasero (hortus). La parte delantera contaba en ocasiones con estancias abiertas a la calle que servían de tiendas. Durante el final de la República y el comienzo del Imperio, las casas romanas se convirtieron en unidades más complicadas. En el atrium se instalaron columnas de estilo griego, el antiguo hortus se ensanchó y se rodeó de una columnata (peristilo), y la decoración se hizo bastante profusa. Las viviendas de las ciudades más ricas llegarían a ocupar un bloque entero, como ocurrió con la denominada casa del Fauno de Pompeya, construida a principios del II siglo d.C.
La villa y el palacio:
Las villas suburbanas, como las que pertenecieron a Cicerón, el orador y hombre de estado, y a otros romanos famosos, incorporaron grandes terrenos, lagos, santuarios y complejos termales. La más extraordinaria de las villas imperiales conservadas es la de Adriano en Tívoli (iniciada el 118 a.C.). El primer emperador, Augusto, que reinó desde el 27 d.C. al 14, vivió en una residencia relativamente austera en la colina Palatina en Roma, pero Domiciano ordenó construir a su lado un gran palacio imperial (iniciado aproximadamente el 81 d.C.). La domus augustana de Domiciano sirvió también como cuartel general de los emperadores posteriores. Tuvo grandes salones de recepción, comedores públicos, fuentes y un jardín en forma de estadio, además de un ala residencial.
La insulae:
Los ciudadanos del periodo imperial que no pudieron permitirse tener viviendas particulares, vivían en insulae, viviendas colectivas de muchos pisos, construidas de ladrillo y argamasa, similares a los edificios de apartamentos actuales. Los ejemplos mejor conservados, fechados en los siglos II y III, están en Ostia, el puerto de Roma en la desembocadura del río Tíber.
Los enterramientos romanos:
La tumba sepulcral fue un tipo de construcción que casi siempre estaba emplazada fuera de la urbe propiamente dicha. Las tumbas romanas, levantadas generalmente junto a las calzadas principales de entrada a la ciudad, tuvieron una extraordinaria variedad formal porque reflejaron los gustos personales de sus promotores y porque su función, alojar los cuerpos o restos incinerados de los muertos, podía adecuarse a cualquier forma. El emperador Augusto construyó su propio mausoleo en Roma entre los años 28 y 23 a.C., un gigantesco tambor macizo coronado por un túmulo, recordando los sepulcros de tierra de la época etrusca. El emperador Adriano erigió en el otro lado del Tíber un mausoleo aún mayor, construido para él mismo y sus sucesores (135 d.C.-139 d.C.), que en el siglo V se transformó en el castillo de Sant'Angelo. Un potentado contemporáneo a Augusto, Cayo Sestio, eligió hacia el año 15 a.C. una pirámide sepulcral, mientras que en la misma época un próspero panadero, Marcus Virgilium Eurysaces, decoró su tumba con un friso en el que se detallaban las diferentes fases de la cocción del pan. Las personas con menos recursos, los libertos en particular, fueron enterrados en tumbas comunales llamadas columbaria, en las que las cenizas de los fallecidos se depositaban en alguno de los innumerables nichos diferenciados por una simple inscripción. Se erigieron también grandes tumbas verticales, como la realizada en honor de la familia patricia de los Julios en Saint-Rémy de Provenza (Francia). Su mausoleo, construido hacia el 25 d.C., consiste en una gran base bajo un cuerpo de cuatro arcos y un pequeño templo circular rematado por dos estatuas. Los sepulcros también podían estar horadados en las laderas de las montañas, con portadas monumentales talladas en los taludes de piedra, como en la necrópolis romana de Petra (actual Jordania).
La denominada Tumba o Torre de los Escipiones (primera mitad del siglo I d.C.) constituye uno de los mejores sepulcros conservados en la Hispania romana. Localizado cercano a Tarragona, presenta un aspecto de torre con cuerpos superpuestos, en los que se colocaron esculturas del dios Atis y bajorrelieves que quizás representan a los difuntos para los que se realizó el monumento, supuestamente rematado por una pequeña pirámide.
Los materiales y métodos de construcción:
El principal material de construcción romano a partir del periodo republicano, fue el sillar de piedra de cantería local, utilizado junto con vigas de madera, tejas y baldosas cerámicas. La piedra elegida variaba desde la toba y el travertino del centro de Italia al brillante mármol blanco importado de Grecia y Asia Menor o, en tiempos de Julio César, desde Luna (actual Luni, cerca de Carrara, Italia) y los mármoles polícromos traídos desde las canteras de todo el mundo antiguo. A menudo se utilizaron finas placas de mármol como revestimiento para cubrir las paredes construidas de sillería o sillarejo ligado con mortero.
Los mármoles dieron esplendor a las construcciones romanas, al igual que a los edificios griegos anteriores, pero la argamasa, material equiparable al hormigón actual inventado por los romanos, les permitió levantar edificios imposibles de construir con el anterior sistema de estructuras adinteladas. El opus caementicium romano era una amalgama de piedras informes, cal y puzzolana volcánica, que suministró a los arquitectos romanos los medios para cubrir espacios enormes con grandes arcos y bóvedas, y liberar al diseño arquitectónico de los modelos rectilíneos que se usaron en la arquitectura griega.
Las cubiertas concrecionadas hicieron posible la construcción de los grandes anfiteatros y baños del mundo romano, así como la cúpula del Panteón y algunos santuarios espectaculares en las colinas, como el de Fortuna Primigenia en Palestina (finales del siglo II d.C.). Debido a que los muros y cubiertas estaban hechas con moldes, los arquitectos comenzaron a experimentar con configuraciones irregulares que proporcionaban un cierto dramatismo al interior de los edificios. Aunque la argamasa romana podía ser revestida con gran variedad de materiales, el ladrillo fue el más popular durante el imperio. De hecho, durante los dos siglos anteriores a nuestra era, el ladrillo llegó a ser apreciado por derecho propio como elemento de construcción en las fachadas de los edificios. Las fachadas de argamasa revestida de ladrillo se convirtieron rápidamente en el modelo favorito para los edificios grandes como las insulae o casas de apartamentos, las termas y los horrea o almacenes (como los horrea de Epagathius en Ostia, del 145 al 150 d.C.).
La escultura:
A lo largo de todo el mundo romano las estatuas y relieves escultóricos adornaron los edificios públicos y privados. De hecho, algunas construcciones romanas fueron poco más que soportes monumentales para la escultura.
Los arcos de triunfo:
Los arcos de triunfo levantados en todas las partes del imperio se destacan como uno de los monumentos más importantes. Aunque casi ninguno de los grandes grupos escultóricos (a menudo cuadrigas) que alguna vez remataron estos arcos ha subsistido, el propósito originario de tales construcciones fue únicamente servir de soporte a la estatuaria honorífica. Los arcos primitivos eran muy sencillos pero bajo Augusto y los emperadores posteriores se fueron complicando. Con el tiempo se convirtieron en verdaderos soportes propagandísticos, recubiertos con series extensas de bajorrelieves, anunciando las victorias y las grandes hazañas de los emperadores. Las imágenes solían representar acontecimientos históricos concretos, pero frecuentemente se desarrollaron también temas alegóricos en los que el emperador podía aparecer en compañía de los dioses o recibiendo el homenaje de los pueblos conquistados.
Entre los arcos más importantes conservados en Roma están el de Tito (c. 81 d.C.), en el foro romano y el de Constantino (315 d.C.) cerca del Coliseo. En los dos bajorrelieves del arco de Tito se representa el desfile triunfal del emperador, los tesoros del gran templo de Jerusalén. El arco de Constantino presenta una mezcla de relieves reutilizados de monumentos más antiguos y otros realizados especialmente para dicho arco. Los medallones y frisos muestran una gran cantidad de temáticas, incluyendo escenas de batalla, sacrificio y distribución de dádivas. En los relieves antiguos la cabeza de Constantino fue labrada en sustitución de las de sus predecesores. Esta remodelación de los relieves antiguos fue algo corriente en la Roma imperial. Los monumentos de los emperadores condenados a título póstumo por el Senado (damnatio memoriae) fueron modificados o destruidos.
Algunos arcos decorados con suntuosidad pueden contemplarse también fuera de Roma. En Benevento, en el sur de Italia, se levantó hacia el 114 d.C. un gran arco con 14 placas en las que se rendía homenaje a Trajano. En Orange, Francia, el arco de Tiberio (225 d.C.) se decoró con representaciones de las tropas militares y de los prisioneros fronterizos, escenas de los romanos luchando contra los galos, escudos y armas de los prisioneros. En España se conservan en la actualidad los arcos de Bará en Tarragona, el de Caparra en la ciudad antigua de Capeta (Cáceres) y el de Medinaceli en Soria. El primero de ellos presenta un único vano central, el segundo de ellos, de finales del siglo I d.C., presenta una configuración cuadrifonte y el tercero una estructura tripartita, con un arco central más grande flanqueado por otros dos de menor tamaño.
Las columnas rostrales y los altares:
Ocasionalmente se levantaron también columnas historiadas, con frisos de bajorrelieves en espiral, relatando con gran detalle las campañas militares de los romanos. La primera y más grande de ellas fue la del foro de Trajano (113 d.C.) de Roma, levantada por el arquitecto Apolodoro de Damasco. Describe las actividades de la armada romana en su guerra contra los Dacios, en la frontera septentrional del Imperio (actual Rumania). Los relieves históricos adornaron también grandes altares como el Ara Pacis de Augusto (fechado en Roma del 13 al 9 a.C.), cuyos relieves celebran el inicio con Augusto de la pax romana, la gran época de paz y prosperidad del Imperio romano.
Los estilos escultóricos:
El estilo de los relieves escultóricos del imperio se extiende desde el consciente neoclasicismo griego de los frisos del Ara Pacis al esquemático, frontal e hierático estilo de los nuevos bajorrelieves labrados para el arco de Constantino. En muchos monumentos pueden contemplarse dos o más estilos superpuestos. Como se ha señalado anteriormente, la historia del arte romano fue ecléctica hasta su final y ningún periodo tuvo un estilo unificado. De hecho, las construcciones oficiales a menudo difieren, como se aprecia en los monumentos coetáneos de la capital y las provincias.
Los relieves funerarios:
Los encargos privados de esculturas en relieve se hicieron por lo general en contextos funerarios. Los comerciantes prósperos, como el panadero Eurysaces, hicieron inmortalizar en sus mausoleos las actividades comerciales realizadas en vida. Durante el final de la República y el inicio del Imperio se labraron relieves escultóricos de los libertos para las fachadas de sus sepulcros comunales. En los siglos I y II d.C. los retratos en relieve se colocaron generalmente en los altares funerarios o alrededor de las tumbas.
Los relieves sepulcrales más importantes, utilizados a partir de mediados del siglo II tanto por las clases medias como por las altas, decoraron los sarcophagi (literalmente carnívoros), sarcófagos, producidos en Roma y otras metrópolis importantes del Mediterráneo, incluyendo Atenas y varias ciudades griegas. Muchos de los relieves de los sarcófagos conservados están compuestos únicamente de guirnaldas y otros motivos decorativos, pero se representaron también gran variedad de temas narrativos. Los relatos mitológicos, como Las labores de Hércules, Meleagro cazando el jabalí de Calidonia y La leyenda de Niobe y sus hijos, fueron particularmente estimados. El Museo Arqueológico Nacional de Madrid conserva un sarcófago procedente de Husillos (Palencia) realizado en tiempos de Adriano, en el que sus relieves escultóricos muestran una temática relacionada con el mito de Orestes y su venganza, y el Museo Arqueológico de Barcelona conserva otra pieza procedente de Alicante que representa el rapto de Proserpina (siglo II d.C.). A menudo se sustituyó el retrato del fallecido por el busto de un héroe o heroína mitológica. Algunas veces los relieves sepulcrales fueron también de naturaleza pseudobiográfica de modo que el cliente pudiera elegir, a partir de un catálogo, las representaciones de escenas de guerra, sacrificio y matrimonio. La composición de estas escenas se basaba en los relieves imperiales, que podían mostrar al emperador haciendo sacrificios a los dioses oficiales o recibiendo a los emisarios de los bárbaros.
El mármol blanco fue el material preferido por los romanos para los relieves escultóricos, pero en muchas ocasiones emplearon variedades menos costosas de piedra. Por lo general, los relieves se policromaron y en ocasiones incluyeron piedras de colores como el pórfido, material predilecto en el siglo IV, sobre todo en los sarcófagos imperiales.
La escultura exenta:
En la estatuaria de bulto redondo utilizaron los mismos materiales pétreos, aunque se hicieron también gran cantidad de estatuas en bronce o incluso en oro y plata. Se conservan relativamente pocas estatuas en bronce y casi ninguna en oro o plata, ya que muchas de ellas se fundieron en la edad media y periodos posteriores. La estatua ecuestre en bronce (c. 175 d.C.) del emperador Marco Aurelio en la plaza del Capitolio en Roma (conservada únicamente porque se creyó que representaba a Constantino), el busto en oro del mismo emperador en Avenches (Museo Cantonal de arqueología e historia, Lausana, Suiza) y el busto de plata (Museo de Antigüedades de Turín, Italia) de Lucio Aurelio Vero, corregente (161-169 d.C.) con Marco Aurelio, son excepciones notables.
También se realizaron estatuas de dioses, héroes y seres humanos en una amplia variedad de contextos. Cada templo tuvo su estatua de culto. Las imágenes en mármol y bronce de dioses y héroes, originales romanos o copias de las antiguas estatuas griegas, fueron comunes no sólo en los lugares públicos como las termas, sino en los atrios, jardines y estanques de viviendas privadas. Los edificios civiles importantes solían poseer un retrato del emperador vivo y a veces incluso de su mujer e hijos. Así por ejemplo en el Museo Arqueológico de Córdoba se conserva una cabeza que representa a uno de los hijos del emperador Tiberio y en el Museo Arqueológico de Tarragona un retrato de Livia.
Los retratos escultóricos:
El retrato escultórico romano compone uno de los grandes capítulos en la historia del arte antiguo. Los retratos conservados varían en tamaño, desde bustos pequeñísimos a enormes estatuas como la de Constantino (c. 315 d.C.-330 d.C.), ubicada en su basílica del foro romano. Durante la República fue costumbre que los miembros de la familia portaran imágenes del fallecido durante el cortejo fúnebre. Recientes estudios sugieren que la representación de hombres y mujeres ancianos asociados con monumentos funerarios no son retratos concretos del fallecido sino convenciones culturales sobre su imagen. Esta costumbre se complementaba con los actos conmemorativos y otros eventos como la presencia de sus imágenes en espacios públicos. En cualquier caso, la representación veraz se incluía para completar el compendio de virtudes republicanas. Otra teoría ha sugerido que estas imágenes fueron esculpidas por artistas griegos cuya propia hostilidad hacia los romanos les impulsó a exagerar estos convencionalismos hasta el límite caricaturesco. El concepto simbólico de las imágenes continuó en el periodo de la Roma imperial, tal como revelan las imágenes de Augusto. Cuando el primer emperador murió en el año 14 d.C. a la edad de 76 años, sus retratos oficiales todavía lo representaban como un hombre joven. Aunque la representación oficial varió a lo largo de su vida en innumerables ocasiones, ninguna le muestra como un monarca anciano. Con el tiempo, sin embargo, las imágenes de los emperadores se volvieron más figurativas.
La pintura:
Actualmente se conservan pocas tablas pintadas, pero se sabe por la literatura antigua que los artistas romanos elaboraron sobre este soporte una gran variedad de temas, incluyendo acontecimientos históricos, mitos, escenas de vida cotidiana, retratos y bodegones.
Los retratos pintados:
En el periodo de la Roma imperial, los retratos pintados están tipificados por unas tablas que han aparecido en diferentes lugares de Egipto. Estas pinturas, tradicionalmente denominadas retratos del Fayum, por el distrito agrícola en Egipto donde fueron descubiertas, están realizadas con la técnica de la encáustica, un método que disuelve los pigmentos en cera fundida. Estas tablas son los únicos retratos que se conservan en cierto número y aunque se trata de trabajos provincianos, muestran el alto nivel de los pintores romanos. Estas imágenes reflejan los gustos imperantes del momento y suministran una visión de la evolución del retrato durante el periodo imperial. Se conserva (Museo Staatliche de Berlín) un retrato imperial pintado que representa a Lucio Septimio Severo, su mujer Julia Domna y sus hijos Caracalla y Geta. La cabeza de Geta fue borrada después de su condena oficial (damnatio memoriae).
La pintura mural:
La pintura mural, en cambio, está bien documentada, sobre todo en Pompeya y en las otras ciudades que fueron enterradas en el año 79 d.C. por la erupción del volcán Vesubio. Se distinguen cuatro etapas denominadas estilos pompeyanos.
Los estilos primero y segundo:
El primer estilo, popular aproximadamente entre los años 120 y 80 a.C. (Casa de Salustio, Pompeya), se basa en la decoración griega de interiores y a veces se denomina como el estilo de incrustación porque sus pinturas sobre el yeso se utilizaron para imitar el aspecto de los muros de mármol pulidos. Los pintores que trabajaron en el segundo estilo, desde el 80 al 15 a.C., intentaron crear por medio de la perspectiva una ilusión espacial que se prolongaba más allá de la superficie mural. Las columnatas, los jardines, los escenarios teatrales y los templos circulares fueron motivos usuales. Hoy se pueden encontrar extensas series de frescos del segundo estilo en Pompeya (villa de los Misterios, año 50 a.C.), en una magnífica villa excavada recientemente cerca de Oplontis (también del año 50 a.C.) y en otros lugares. La casa de Augusto en la colina del Palatino en Roma estuvo decorada, incluso, en este elegante estilo (c. 25 a.C.).
Los estilos tercero y cuarto:
El tercer estilo, datado desde el 15 a.C. hasta el 63 d.C. es una pintura delicada en la que el ilusionismo del segundo estilo se suprimió en favor de arabescos lineales sobre fondos monocromos. Las habitaciones más hermosas pintadas en el tercer estilo se conservan en la villa de Agripa Postumo en Boscotrecase (10 a.C.). El cuarto estilo, desarrollado entre el 63 al 79 d.C., antes de la erupción del Vesubio, es el estilo último y más complejo. Los motivos arquitectónicos fueron de nuevo populares, pero no de acuerdo con una perspectiva lógica, sino con estructuras fantásticas e imposibles de construir, como las de la casa Vetii en Pompeya. En los estilos tercero y cuarto la parte central de los murales está pintada al estilo de las tablas, mostrando temas mitológicos, aunque también se conocen ejemplos de vida cotidiana y retratos. El desarrollo de la pintura mural después de la destrucción de estas ciudades por el Vesubio está menos documentado, pero se pueden encontrar estancias pintadas en los siglos II, III y IV en Ostia y, sobre todo, en las catacumbas romanas, donde los temas cristianos se desarrollaron mucho antes de la conversión de Constantino al cristianismo.
Entre los restos murales pictóricos de la Hispania romana debemos destacar los conservados en el Museo de Arte Romano de Mérida y los de Santa Eulalia de Bóveda (Lugo).
Otras artes:
Dondequiera que existieran pinturas murales, es probable que también hubiera suelos polícromos. Éstos estaban pintados de forma sencilla, a menudo con tonos uniformes, pero en muchos casos se completaron con baldosas de mármol de colores o pequeños paralelepípedos vítreos (teselas) formando mosaicos.
Los mosaicos:
En todas las partes del imperio se han encontrado mosaicos romanos. Oscilan desde los modelos abstractos de teselas blancas y negras hasta las ambiciosas composiciones figurativas polícromas, como el gran suelo de la casa del Fauno en Pompeya, que reproduce una pintura griega del siglo IV a.C. (la Batalla de Issos, un encuentro entre los ejércitos de Alejandro Magno y el rey Darío III de Persia). A menudo los techos romanos estuvieron pintados o recubiertos de mosaicos, pero también se decoraron con relieves polícromos de estuco. Se han excavado hermosas bóvedas estucadas en la Casa Farnesina (20 a.C.) y en la tumba de los Pancratii en Roma (160 d.C.).
En España se conservan muchos mosaicos de época romana. Entre ellos cabe destacar los del Museo de Barcelona (temática circense y pisciforme), los del Museo Arqueológico Nacional de Madrid (sobre todo los que representan los trabajos de Hércules), los de Tarragona (con el tema de la Medusa), los del Museo de Navarra en Pamplona (Triunfo de Baco y Teseo y el Minotauro), los de Itálica (mosaico de Neptuno), los de Mérida (mosaico de los siete sabios y mosaicos de la casa del Mitreo) y los de Ampurias en Gerona (Sacrificio de Ifigenia).
Las gemas, los camafeos, la metalistería y la cristalería:
En la Roma antigua las denominadas artes menores, la metalistería, el tallado de gemas o el soplado y moldeado del vidrio, aunque tuvieron un desarrollo menor, fueron muy apreciadas. Los nombres de los artistas rara vez se hicieron constar, pero conocemos al grabador de los sellos oficiales del emperador Augusto, un artífice llamado Dioscorides. Se conservan un gran número de camafeos y piedras preciosas grabadas en hueco, con retratos y figuras mitológicas, así como algunos grandes camafeos con escenas narrativas y alegóricas. Entre los más importantes están la Gemma Augustea (principios del siglo I d.C., Museo Kunsthistorische de Viena), dedicada a Augusto y el Gran Camafeo de Francia (París, Biblioteca Nacional), realizado en honor de Tiberio, sucesor de Augusto.
Los orfebres fueron diestros en la elaboración de joyas de metales preciosos y costosas vajillas. Se han encontrado vajillas de plata romanas en una villa en Boscoreale y en la casa de Menander en Pompeya. Ambos tesoros, enterrados por la erupción del Vesubio, incluyen motivos abstractos, vegetales y figurativos. Los trabajos en miniatura más difundidos del arte romano fueron las monedas acuñadas en oro, plata y cobre. Bajo el Imperio, las monedas mostraban en el lado anverso los retratos de los emperadores y en el reverso representaciones de dioses, de edificios o de relatos mitológicos.
El vidrio romano, a pesar de su fragilidad, se ha conservado en cantidades considerables. La fabricación incluyó las técnicas del vidrio moldeado y del vidrio soplado, además de variantes lujosas como los camafeos de cristal (vaso Portland, finales del primer siglo a.C., Museo Británico de Londres), los mosaicos vítreos (ejemplos del siglo I a.C. en el Museo del cristal de Corning, Nueva York), la fondi d'oro (cristal realzado con oro, ejemplos varios del siglo IV d.C. en el Museo Metropolitano de Nueva York) y la diatreta (vasos torneados), vasijas de cristal de una pieza con figuras talladas en altorrelieve sobre la superficie exterior (vaso Licurgo, siglo IV d.C., Museo Británico).
Influencia:
El arte y la arquitectura de Roma marcaron una profunda impronta no sólo en el arte posterior de la edad media sino también en los periodos renacentista y barroco, e incluso en gran parte del arte contemporáneo que muestra algunos rasgos heredados del pasado romano.
Fuente: http://html.rincondelvago.com/
Publicado por Jamila Saddiki.
Cultura Romana
Esta fue el resultado de un importante intercambio entre civilizaciones diferentes: la cultura griega y las culturas desarrolladas en Oriente (Mesopotamia y Egipto, sobre todo) contribuyeron a formar la cultura y el arte de los romanos. Uno de los vehículos que más contribuyó a la universalización de la cultura romana, que pronto fue la de todo el Imperio, fue el uso del latín como lengua común de todos los pueblos sometidos a Roma. En los dos siglos que siguieron a la guerra de Augusto, el Imperio romano alcanzó su mayor extensión y realizó una intensa labor civilizadora. La cultura romana ya no quedó limitada a Roma e Italia, sino que se extendió hasta las más lejanas provincias fronterizas.
Se destacaron en la tecnología, los edictos del los pretores, las disposiciones del senado, de la asamblea popular y de los emperadores y las opiniones de los jurisconsultos romanos. Los principios fundamentales se han incorporado a la legislación de todos los pueblos civilizados por Roma.
Se destacaron en la tecnología, los edictos del los pretores, las disposiciones del senado, de la asamblea popular y de los emperadores y las opiniones de los jurisconsultos romanos. Los principios fundamentales se han incorporado a la legislación de todos los pueblos civilizados por Roma.
Clases sociales en Roma
Clases sociales
La sociedad romana, como muchas otras sociedades antiguas, se basaba en la desigualdad.
Las clases que se distinguieron fueron cinco: patricios, plebeyos, esclavos, clientes y libertos. La tensión entre patricios y plebeyos y las rebeliones de los esclavos fueron las más importantes noticias políticas; las tres primeras fueron las clases con mayor actividad política; las otras dos, menos.
Esta organización social no fue estática durante toda la historia de la Antigua Roma. Hubo tensiones, cambios, evolución.
En la Monarquía
En los primeros tiempos la desigualdad social se basaba en el nacimiento y en la religión. La sociedad romana presentaba dos grandes tipos de ciudadanos: los libres y los no libres (los esclavos, lat. serví).
Los ciudadanos libres, a su vez, se dividían en privilegiados (los patricios, en lat. patricii) y en no privilegiados.
Los ciudadanos no privilegiados podían ser independientes (los plebeyos, en lat. plebeii) o dependientes (los clientes y los libertos, en lat. liberti).
Patricios: Eran las primeras familias asentadas en Roma y sus descendientes. Cada una pretende descender de un antepasado más o menos divinizado (pater). Los que tienen un mismo pater forman una gens, llevan el mismo apellido (nomen gentilicium) y celebran un mismo culto (sacra gentilicia).
Desde el principio de Roma, los patricios y sus familias constituyen el primer eslabón social. Estos patricios poseían esclavos, probablemente muchas veces en gran número. Los patricios están en la base de la fundación de Roma y, por tanto, son ciudadanos romanos. Tiene la exclusiva de los cargos públicos, y dirigen la vida de Roma.
Más tarde el derecho de ciudadanía se extiende a las llamadas minores gentes, es decir a los que procedentes de otras ciudades o dentro de la misma ciudad sin ser patricios, adquirieron la ciudadanía romana. Los patricios decían que eran los parientes de los fundadores de Roma. (Rómulo fue el fundador y primer rey de Roma)
Clientes: Los clientes eran los extranjeros o refugiados pobres, sujetos a patronazgo de un patricio, el cual le brindaba ayuda económica, lo defendía ante la ley, y lo dejaba participar de las ceremonias religiosas a cambio de que éste lo acompañe en la guerra y lo ayude en todos los trabajos en el que el patricio lo solicitara. Los patricios se enorgullecían de tener clientela grande o importante
Plebeyos: Constituyen la mayor parte de la población (la multitud), compuesta también con extranjeros, refugiados pobres o clientes que se habían enemistado con sus "patronos". Eran considerados hombres libres, por lo que no podían participar en lo político ni en lo religioso.
Esclavos: Es el destino normal de los presos de guerra. Legalmente, carecían de todo derecho: eran instrumentum vocale ("herramienta que habla"). Hacían gratis los peores trabajos y de por vida. El trato dependía del carácter personal del amo. Llegaron a ser numerosísimos con la expansión de Roma.
En la República
En esta etapa (509-27 a. C.) hubo fuertes tensiones sociales. Puede que de comienzos de la misma sea una reforma social (atribuida por los historiadores antiguos al rey Servio Tulio) consistente en fundar la jerarquía social no en el nacimiento ni en la religión, sino en el dinero y en la demarcación territorial.
La plebe lógicamente crecía más que el patriciado, porque en ella entraban las poblaciones anexadas por Roma y los extranjeros que venían a vivir a la Urbe. Pero tan gran número de habitantes no se resignaba a estar en la vida pública de comparsa; y tampoco era rentable que ni pagasen impuestos ni fuesen al servicio militar por no ser cives (ciudadanos). Los plebeyos lucharon mucho por su equiparación política con los patricios. Algunos de los pasos que hubieron de dar fueron los siguientes:
La ciudadanía romana:
Durante siglos es el título más deseado. Consiste en unos derechos (iura) y unas obligaciones (munera). En esta época abarca:
ivra pvblica (derechos políticos): ius sufragii (derecho de voto); ius honorum (derecho de ser elegible); ius sacrorum (derecho a tener religión o ser elegible para funciones sacerdotales); ius provocationis (derecho de apelación al pueblo en procesos criminales).
ivra privata (derechos civiles): ius commercii (derecho de propiedad: comprar, vender, testar...); ius connubii (derecho a contraer matrimonio legal); ius legis actionis (derecho a ejercer acciones judiciales).
mvnera (obligaciones): census (obligación de inscribirse en el censo periódicamente); militia (obligación de servir en el ejército durante el tiempo previsto); tributum (obligación de pagar los impuestos; hasta el 167 a. C.).
Adquisición del derecho de ciudadanía (civitas):
Por nacimiento: naciendo de matrimonio legítimo (iustae nuptiae) de un civis; siendo hijo de liberto o extranjero favorecido con la concesión de la ciudadanía (civitatis donatio);
Por concesión legal: v.gr.: por hacer una casa en Roma, o construir un barco capaz para 10000 modios de grano, o por hacer condenar a un magistrado;
Por concesión del estado, representado, para el caso, por los comicios, el general vencedor, las comisiones encargadas de fundar una colonia romana o el emperador.
Pérdida del derecho de ciudadanía (civitas): Perdiendo el status libertatis: por condena penal (venta pública trans Tiberim) por insolvencia, pronto suprimida; por privación de agua y luz (interdictio aquae et ignis) o deportación; o por negarse al censo, al servicio militar, por desertar, por caer preso en una guerra, o por violar los derechos de gentes; perdiendo el status civitatis: renuncia a la ciudadanía (reiecto civitatis) o por hacerse civis de otra ciudad.
Los caballeros (equites) y la nobleza senatorial (nobilitas):
La caballería del ejército romano estaba formada por ricos que traían el caballo o que utilizaban caballos del estado. Formaban un grupo social distinguido (caracterizados por un anillo de oro y una túnica bordada de púrpura), pero pronto fueron insuficientes y hubo que sustituirlos con soldados pagados. Quedaron así como una burguesía dedicada no tanto a la compra y explotación de tierras, como a los negocios bancarios. Raras veces se dedicaron a la política, donde los consideraban despectivamente homines novi (sin antepasados ilustres). Frente a este ordo equester, está la nobilitas u ordo senatorius, formado por patricios y plebeyos que tuvieron algún antepasado que desempeñase en su tiempo alguan magistratura curul (cónsul, pretor, censor o edil). Esta nobleza senatorial es distinta de la nobleza patricia, y se va a confundir en el Senado.
Clientes, libertos y esclavos:
Los clientes que fueron absorbidos por la plebe, llegaron a desaparecer al comienzo de la República, pero después reaparecieron al arruinarse la clase media con las guerras y con los productos que gratis mandaban a Roma los pueblos sometidos. Muchos no llegan a tener lazo jurídico con un patronus y andan por Roma sin rumbo, detrás del rico o del político que más les ofrezca.
Los esclavos, en cambio, protagonizan en esta época importantes rebeliones.
En el Principado
Con Augusto se modifica algo la jerarquía, pero sigue estando basada en la riqueza.
Se distingue entre cives y no cives. Los cives, a su vez, pueden ser honestiores (los ricos) o humiliores (los pobres). Dentro de los honestiores, se encuentran los clarissimi o pertenecientes al ordo senatorius, y los egregii o pertenecientes al ordo equester. Los no cives, por último, son los liberti y los servi.
El ius civitatis que ya en el 88 a. C. se había concedido a los itálicos, en el 212 d. C. se va a ampliar a todos los libres del Imperio, para resolver problemas fiscales y militares que tenía Roma. Ser ciudadano deja de ser importante y, de paso, desaparece la posición privilegiada de Roma y de Italia en el Imperio.
Augusto reforma los ordines, colocando en el senatorius a los ciudadanos con más de un millón de sestercios (desempeñan las magistraturas republicanas y tendrán sandalias rojas, túnica laticlavia y, desde Marco Aurelio -161-180-, título de clarissimi); y en el equester coloca a quien tenga 400000 (desempeñarán cargos nuevos: prefecto, procurador; llevan túnica angusticiavia y anillo de oro; desde Aurelio tendrán título de egregii).
Los esclavos aumentaron mucho en número. Se dice que algunas familias tenían más de 500 y que en Roma había unos 250000. El trato se va suavizando por influencia estoica y cristiana. Adriano y Antonino Pío legislan contra el mal trato.
Los libertos aumentaron porque hubo muchas manumisiones. Augusto llegó a prohibir liberar por testamento a más de 100. Algunos jugaron importante papel político.
Los clientes siguen existiendo, en el sentido de que todo el mundo es cliente de alguien más importante. El emperador tiene como clientes a los 150000 proletarios inscritos en la lista de necesitados para el reparto gratuito de alimentos cada mes (annona).
En el Dominado
Si en la República y en el Principado había solo dos categorías (libres y esclavos), en el Dominado aparecerá una clase social nueva, intermedia entre libres y esclavos: los colonos. La jerarquización se hace más fuerte y estanca: casi un sistema de castas. Los cives, entonces, podían ser libres o colonos, generalmente pobres. Los cives libres abarcaban a la familia imperial (nobilissimi), a los senadores (clarissimi, spectabiles), a los caballeros (egregii, perfectissimi) y a la gente corriente, pobre a diferencia de los otros tres. Los no cives, por su parte, eran los esclavos y los libertos, en ocasiones muy ricos.
Las novedades de esta época son:
equivalencia del ordo senatorius y del equester (estos entran en el Senado);
los humiliores quedan desde el IV fijados hereditariamente a su profesión (gremios);
la esclavitud disminuye porque las nuevas formas de producción ya no la hacen indispensable; muchos huyen y se hacen salteadores;
los colonos son pobres y libres, pero quedan sujetos a la tierra del amo que ellos trabajan: tienen que cultivarla perpetuamente, no pueden dejarla ni un día; no pueden ir a casarse fuera del dominio; los hijos siguen la condición de los padres. Está naciendo así un nuevo sistema: el feudal.
La sociedad romana, como muchas otras sociedades antiguas, se basaba en la desigualdad.
Las clases que se distinguieron fueron cinco: patricios, plebeyos, esclavos, clientes y libertos. La tensión entre patricios y plebeyos y las rebeliones de los esclavos fueron las más importantes noticias políticas; las tres primeras fueron las clases con mayor actividad política; las otras dos, menos.
Esta organización social no fue estática durante toda la historia de la Antigua Roma. Hubo tensiones, cambios, evolución.
En la Monarquía
En los primeros tiempos la desigualdad social se basaba en el nacimiento y en la religión. La sociedad romana presentaba dos grandes tipos de ciudadanos: los libres y los no libres (los esclavos, lat. serví).
Los ciudadanos libres, a su vez, se dividían en privilegiados (los patricios, en lat. patricii) y en no privilegiados.
Los ciudadanos no privilegiados podían ser independientes (los plebeyos, en lat. plebeii) o dependientes (los clientes y los libertos, en lat. liberti).
Patricios: Eran las primeras familias asentadas en Roma y sus descendientes. Cada una pretende descender de un antepasado más o menos divinizado (pater). Los que tienen un mismo pater forman una gens, llevan el mismo apellido (nomen gentilicium) y celebran un mismo culto (sacra gentilicia).
Desde el principio de Roma, los patricios y sus familias constituyen el primer eslabón social. Estos patricios poseían esclavos, probablemente muchas veces en gran número. Los patricios están en la base de la fundación de Roma y, por tanto, son ciudadanos romanos. Tiene la exclusiva de los cargos públicos, y dirigen la vida de Roma.
Más tarde el derecho de ciudadanía se extiende a las llamadas minores gentes, es decir a los que procedentes de otras ciudades o dentro de la misma ciudad sin ser patricios, adquirieron la ciudadanía romana. Los patricios decían que eran los parientes de los fundadores de Roma. (Rómulo fue el fundador y primer rey de Roma)
Clientes: Los clientes eran los extranjeros o refugiados pobres, sujetos a patronazgo de un patricio, el cual le brindaba ayuda económica, lo defendía ante la ley, y lo dejaba participar de las ceremonias religiosas a cambio de que éste lo acompañe en la guerra y lo ayude en todos los trabajos en el que el patricio lo solicitara. Los patricios se enorgullecían de tener clientela grande o importante
Plebeyos: Constituyen la mayor parte de la población (la multitud), compuesta también con extranjeros, refugiados pobres o clientes que se habían enemistado con sus "patronos". Eran considerados hombres libres, por lo que no podían participar en lo político ni en lo religioso.
Esclavos: Es el destino normal de los presos de guerra. Legalmente, carecían de todo derecho: eran instrumentum vocale ("herramienta que habla"). Hacían gratis los peores trabajos y de por vida. El trato dependía del carácter personal del amo. Llegaron a ser numerosísimos con la expansión de Roma.
En la República
En esta etapa (509-27 a. C.) hubo fuertes tensiones sociales. Puede que de comienzos de la misma sea una reforma social (atribuida por los historiadores antiguos al rey Servio Tulio) consistente en fundar la jerarquía social no en el nacimiento ni en la religión, sino en el dinero y en la demarcación territorial.
La plebe lógicamente crecía más que el patriciado, porque en ella entraban las poblaciones anexadas por Roma y los extranjeros que venían a vivir a la Urbe. Pero tan gran número de habitantes no se resignaba a estar en la vida pública de comparsa; y tampoco era rentable que ni pagasen impuestos ni fuesen al servicio militar por no ser cives (ciudadanos). Los plebeyos lucharon mucho por su equiparación política con los patricios. Algunos de los pasos que hubieron de dar fueron los siguientes:
La ciudadanía romana:
Durante siglos es el título más deseado. Consiste en unos derechos (iura) y unas obligaciones (munera). En esta época abarca:
ivra pvblica (derechos políticos): ius sufragii (derecho de voto); ius honorum (derecho de ser elegible); ius sacrorum (derecho a tener religión o ser elegible para funciones sacerdotales); ius provocationis (derecho de apelación al pueblo en procesos criminales).
ivra privata (derechos civiles): ius commercii (derecho de propiedad: comprar, vender, testar...); ius connubii (derecho a contraer matrimonio legal); ius legis actionis (derecho a ejercer acciones judiciales).
mvnera (obligaciones): census (obligación de inscribirse en el censo periódicamente); militia (obligación de servir en el ejército durante el tiempo previsto); tributum (obligación de pagar los impuestos; hasta el 167 a. C.).
Adquisición del derecho de ciudadanía (civitas):
Por nacimiento: naciendo de matrimonio legítimo (iustae nuptiae) de un civis; siendo hijo de liberto o extranjero favorecido con la concesión de la ciudadanía (civitatis donatio);
Por concesión legal: v.gr.: por hacer una casa en Roma, o construir un barco capaz para 10000 modios de grano, o por hacer condenar a un magistrado;
Por concesión del estado, representado, para el caso, por los comicios, el general vencedor, las comisiones encargadas de fundar una colonia romana o el emperador.
Pérdida del derecho de ciudadanía (civitas): Perdiendo el status libertatis: por condena penal (venta pública trans Tiberim) por insolvencia, pronto suprimida; por privación de agua y luz (interdictio aquae et ignis) o deportación; o por negarse al censo, al servicio militar, por desertar, por caer preso en una guerra, o por violar los derechos de gentes; perdiendo el status civitatis: renuncia a la ciudadanía (reiecto civitatis) o por hacerse civis de otra ciudad.
Los caballeros (equites) y la nobleza senatorial (nobilitas):
La caballería del ejército romano estaba formada por ricos que traían el caballo o que utilizaban caballos del estado. Formaban un grupo social distinguido (caracterizados por un anillo de oro y una túnica bordada de púrpura), pero pronto fueron insuficientes y hubo que sustituirlos con soldados pagados. Quedaron así como una burguesía dedicada no tanto a la compra y explotación de tierras, como a los negocios bancarios. Raras veces se dedicaron a la política, donde los consideraban despectivamente homines novi (sin antepasados ilustres). Frente a este ordo equester, está la nobilitas u ordo senatorius, formado por patricios y plebeyos que tuvieron algún antepasado que desempeñase en su tiempo alguan magistratura curul (cónsul, pretor, censor o edil). Esta nobleza senatorial es distinta de la nobleza patricia, y se va a confundir en el Senado.
Clientes, libertos y esclavos:
Los clientes que fueron absorbidos por la plebe, llegaron a desaparecer al comienzo de la República, pero después reaparecieron al arruinarse la clase media con las guerras y con los productos que gratis mandaban a Roma los pueblos sometidos. Muchos no llegan a tener lazo jurídico con un patronus y andan por Roma sin rumbo, detrás del rico o del político que más les ofrezca.
Los esclavos, en cambio, protagonizan en esta época importantes rebeliones.
En el Principado
Con Augusto se modifica algo la jerarquía, pero sigue estando basada en la riqueza.
Se distingue entre cives y no cives. Los cives, a su vez, pueden ser honestiores (los ricos) o humiliores (los pobres). Dentro de los honestiores, se encuentran los clarissimi o pertenecientes al ordo senatorius, y los egregii o pertenecientes al ordo equester. Los no cives, por último, son los liberti y los servi.
El ius civitatis que ya en el 88 a. C. se había concedido a los itálicos, en el 212 d. C. se va a ampliar a todos los libres del Imperio, para resolver problemas fiscales y militares que tenía Roma. Ser ciudadano deja de ser importante y, de paso, desaparece la posición privilegiada de Roma y de Italia en el Imperio.
Augusto reforma los ordines, colocando en el senatorius a los ciudadanos con más de un millón de sestercios (desempeñan las magistraturas republicanas y tendrán sandalias rojas, túnica laticlavia y, desde Marco Aurelio -161-180-, título de clarissimi); y en el equester coloca a quien tenga 400000 (desempeñarán cargos nuevos: prefecto, procurador; llevan túnica angusticiavia y anillo de oro; desde Aurelio tendrán título de egregii).
Los esclavos aumentaron mucho en número. Se dice que algunas familias tenían más de 500 y que en Roma había unos 250000. El trato se va suavizando por influencia estoica y cristiana. Adriano y Antonino Pío legislan contra el mal trato.
Los libertos aumentaron porque hubo muchas manumisiones. Augusto llegó a prohibir liberar por testamento a más de 100. Algunos jugaron importante papel político.
Los clientes siguen existiendo, en el sentido de que todo el mundo es cliente de alguien más importante. El emperador tiene como clientes a los 150000 proletarios inscritos en la lista de necesitados para el reparto gratuito de alimentos cada mes (annona).
En el Dominado
Si en la República y en el Principado había solo dos categorías (libres y esclavos), en el Dominado aparecerá una clase social nueva, intermedia entre libres y esclavos: los colonos. La jerarquización se hace más fuerte y estanca: casi un sistema de castas. Los cives, entonces, podían ser libres o colonos, generalmente pobres. Los cives libres abarcaban a la familia imperial (nobilissimi), a los senadores (clarissimi, spectabiles), a los caballeros (egregii, perfectissimi) y a la gente corriente, pobre a diferencia de los otros tres. Los no cives, por su parte, eran los esclavos y los libertos, en ocasiones muy ricos.
Las novedades de esta época son:
equivalencia del ordo senatorius y del equester (estos entran en el Senado);
los humiliores quedan desde el IV fijados hereditariamente a su profesión (gremios);
la esclavitud disminuye porque las nuevas formas de producción ya no la hacen indispensable; muchos huyen y se hacen salteadores;
los colonos son pobres y libres, pero quedan sujetos a la tierra del amo que ellos trabajan: tienen que cultivarla perpetuamente, no pueden dejarla ni un día; no pueden ir a casarse fuera del dominio; los hijos siguen la condición de los padres. Está naciendo así un nuevo sistema: el feudal.
VI Estructura social y política en la Antigua Roma
El ejército
Instrucción y entrenamiento
Durante cuatro meses los nuevos reclutas eran sometidos a un entrenamiento implacable. Al concluir este período los supervivientes ya podían llamarse soldados -milites-. Los que no podían resistir el entrenamiento eran rechazados.
Primero se les enseñaba a desfilar marcando el paso. Luego se les llevaba de marcha, forzándolos al máximo hasta que fueran capaces de recorrer 20 millas romanas -30 km- en cinco horas. Después tendrían que recorrer la misma distancia cargados con todo su equipo, que incluía armas y armaduras, utensilios de cocina, estacas para la empalizada, instrumentos para cavar y provisiones para varios días, pues al final de cada marcha tenían que levantar un campamento con terraplenes y fosos de defensa.
Reconstrucción de soldados romanos del 70 a. C. en formación de ataque.
El entrenamiento continuaba hasta que eran capaces de recorrer 24 millas -36 km- en cinco horas. En un principio los legionarios utilizaron bestias de carga y carros para transportar el equipo. Pero el célebre general Cayo Mario impulsor de grandes reformas en el ejército, les obligó a transportar personalmente casi toda la impedimenta necesaria para reducir el tamaño de las caravanas de intendencia (los llamaban "las mulas de Mario"). El equipo completo debía pesar por lo menos 30 kg, y las armas y armaduras más de 20.
Los legionarios realizaban marchas tres veces al mes durante 25 años. Este entrenamiento y capacidad de desplazamiento fue una de las causas por la que el ejército romano fuera tan superior a otros ejércitos. Esto era solo parte de la instrucción, puesto que el programa de entrenamiento también incluía carreras, saltos, equitación y natación. Cuando se consideraba que se encontraba en buena forma física comenzaba la instrucción en el manejo de las armas.
Los reclutas aprendían a atacar a una gruesa estaca clavada en el suelo con una pesada espada de madera y un escudo de mimbre que pesaba el doble que un escudo normal. Se les insistía que golpearan de frente, sin describir arcos con la espada, que pueden evitarse con más facilidad. También se les entrenaba en el lanzamiento de pesadas jabalinas de madera contra las estacas.
Una vez superado este paso, se les consideraba dignos de empuñar armas auténticas forradas de cuero para evitar accidentes, que les parecerían ligerísimos en comparación con las pesadas armas de madera.
Efectivos
Una legión estaba formada por diez cohortes de 480 hombres cada una, a no ser que fuera una corte de asalto o invasión (formadas por unos 20 o 30 hombres), lo que da la cifra de 4,800 hombres en total; eso en teoría, ya que no parece seguro que las legiones hayan estado con sus cuadros completos, ni mucho menos.
Normalmente cada centuria formaba como un cuadro de 10 x 8 hombres. Como la segunda centuria de cada manípulo bajaba para cerrar el hueco, la profundidad de la línea de combate de la legión era de 8 hombres. Puesto que tres eran las líneas que una legión podía presentar, el frente de combate quedaba estructurado como una sucesión de líneas con 8 hombres de profundidad. Recordemos que en Cannas los manípulos formaron con su profundidad doblada, es decir, con 16 hombres; un experimento que costó a los romanos 50.000 muertos. Puesto que el secreto táctico de la legión no era otro que su flexibilidad, la línea de combate con 8 hombres de profundidad era la más racional y la que mejor se adaptaba a esa característica esencial. Pero si había que reducir la profundidad, esa misma flexibilidad operaba el milagro de permitir "adelgazar" las líneas.
Instrucción y entrenamiento
Durante cuatro meses los nuevos reclutas eran sometidos a un entrenamiento implacable. Al concluir este período los supervivientes ya podían llamarse soldados -milites-. Los que no podían resistir el entrenamiento eran rechazados.
Primero se les enseñaba a desfilar marcando el paso. Luego se les llevaba de marcha, forzándolos al máximo hasta que fueran capaces de recorrer 20 millas romanas -30 km- en cinco horas. Después tendrían que recorrer la misma distancia cargados con todo su equipo, que incluía armas y armaduras, utensilios de cocina, estacas para la empalizada, instrumentos para cavar y provisiones para varios días, pues al final de cada marcha tenían que levantar un campamento con terraplenes y fosos de defensa.
Reconstrucción de soldados romanos del 70 a. C. en formación de ataque.
El entrenamiento continuaba hasta que eran capaces de recorrer 24 millas -36 km- en cinco horas. En un principio los legionarios utilizaron bestias de carga y carros para transportar el equipo. Pero el célebre general Cayo Mario impulsor de grandes reformas en el ejército, les obligó a transportar personalmente casi toda la impedimenta necesaria para reducir el tamaño de las caravanas de intendencia (los llamaban "las mulas de Mario"). El equipo completo debía pesar por lo menos 30 kg, y las armas y armaduras más de 20.
Los legionarios realizaban marchas tres veces al mes durante 25 años. Este entrenamiento y capacidad de desplazamiento fue una de las causas por la que el ejército romano fuera tan superior a otros ejércitos. Esto era solo parte de la instrucción, puesto que el programa de entrenamiento también incluía carreras, saltos, equitación y natación. Cuando se consideraba que se encontraba en buena forma física comenzaba la instrucción en el manejo de las armas.
Los reclutas aprendían a atacar a una gruesa estaca clavada en el suelo con una pesada espada de madera y un escudo de mimbre que pesaba el doble que un escudo normal. Se les insistía que golpearan de frente, sin describir arcos con la espada, que pueden evitarse con más facilidad. También se les entrenaba en el lanzamiento de pesadas jabalinas de madera contra las estacas.
Una vez superado este paso, se les consideraba dignos de empuñar armas auténticas forradas de cuero para evitar accidentes, que les parecerían ligerísimos en comparación con las pesadas armas de madera.
Efectivos
Una legión estaba formada por diez cohortes de 480 hombres cada una, a no ser que fuera una corte de asalto o invasión (formadas por unos 20 o 30 hombres), lo que da la cifra de 4,800 hombres en total; eso en teoría, ya que no parece seguro que las legiones hayan estado con sus cuadros completos, ni mucho menos.
Normalmente cada centuria formaba como un cuadro de 10 x 8 hombres. Como la segunda centuria de cada manípulo bajaba para cerrar el hueco, la profundidad de la línea de combate de la legión era de 8 hombres. Puesto que tres eran las líneas que una legión podía presentar, el frente de combate quedaba estructurado como una sucesión de líneas con 8 hombres de profundidad. Recordemos que en Cannas los manípulos formaron con su profundidad doblada, es decir, con 16 hombres; un experimento que costó a los romanos 50.000 muertos. Puesto que el secreto táctico de la legión no era otro que su flexibilidad, la línea de combate con 8 hombres de profundidad era la más racional y la que mejor se adaptaba a esa característica esencial. Pero si había que reducir la profundidad, esa misma flexibilidad operaba el milagro de permitir "adelgazar" las líneas.
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