Wikipedia

Resultados de la búsqueda

miércoles, 12 de febrero de 2014

Los Dioses Romanos - Documental





Religión en la Roma antigua

Religión en la Roma antigua

La religión romana consistía, igual que entre los griegos, más en un conjunto de cultos que en un cuerpo de doctrinas. Había dos clases de cultos: los del hogar, que unían estrechamente a la familia, y los públicos, que estimulaban el patriotismo y el respeto al Estado. En la época imperial se añadiría el culto al emperador. En términos generales, se trataba de una religión tolerante hacia todas las religiones extranjeras, pues los romanos acogieron a dioses griegos, egipcios, frigios, etc. También era una religión contractual, pues las plegarias y ofrendas se hacían a manera de pacto con los dioses, es decir, para recibir favores, y si el creyente entendía que la divinidad no le cumplía, dejaba de rendirle culto.

Publicado por Jamila Saddiki.

V Costumbres de la Antigua Roma

Diversiones

El pueblo romano en los tiempos libres presenciaba sangrientas luchas en el circo y disfrutaba de los baños públicos.

El Circo romano:
El Circo romano es una de las instalaciones lúdicas más importantes de las ciudades romanas. Junto con el teatro y el anfiteatro forma la trilogía de equipamientos para divertir a los ciudadanos. Estaba destinado a las carreras y a representaciones que conmemoraban los acontecimientos del Imperio, algunas de ellas eran batallas navales para lo cual se llenaba el circo con agua (hay restos de estas conducciones en el circo romano de Calahorra).

El Circo romano es un recinto alargado, es la instalación más grande de las destinadas a divertir al pueblo, con remates circulares en los extremos. La arena, muy alargada, estaba partida en dos por la spina formando dos calles por donde corrían las cuádrigas y los caballos. En esta espina se solían colocar columnas y estatuas así como obeliscos conmemorativos. Los contadores de vueltas solían ser huevos de piedra o estatuillas de delfines.

Estaba inspirado en los hipódromos y estadios griegos pero solía ser de medidas mucho mayores que estos.

Combates de gladiadores:
El origen de los combates de gladiadores hay que buscarlo en las costumbres funerarias de los etruscos, en cuyos monumentos aparecen representados y, remontándose algo más, es probable que se encontrase alguna relación con la costumbre de inmolar los prisioneros en la tumba del héroe muerto en la guerra, practicada por algunos pueblos primitivos.

Constituían una parte de los juegos fúnebres de los etruscos y parecen referirse al culto de Saturno, lo cual indica que en un principio se celebraban durante las Saturnales. Dichos combates se introdujeron en Roma hacia el siglo III a. C. Como no siempre había prisioneros que combatieran mientras el cadáver se quemaba en la pira, pues tal era el momento en que se producía el duelo gladiatorio, en que la sangre que se vertía era como un holocausto ofrecido al difunto, no faltaban hombres temerarios que se prestaban libremente a combatir. Tales fueron los primeros gladiadores.

Como sucedió con otras muchas costumbres de la antigüedad, los combates de gladiadores, que habían comenzado por ser un rito de significación religiosa, acabaron por ser un espectáculo bárbaro y sangriento que llegó a inspirar una pasión desenfrenada.

Si se ha de creer a Valerio Máximo, los hermanos Marco y Décimo Bruto dieron el primer munus gladiatorium en el año 490 de Roma, 264 a. C., en el foro Boario con motivo de los funerales de su padre.

Como eran muchos los sistemas ideados para combatir y variados los lances y suertes de cada combatiente, se fijaron reglas al arte del gladiador, cuya enseñanza estaba encomendada a los lanistas o gladiadores viejos. A cargo de éstos, estaban los gladiadores fiscales, o dependientes del fisco, pues el Estado los mantenía bajo un régimen especial y les pagaba. Otros lanistas reclutaban y mantenían muchachos para combatir en la arena, que luego alquilaban para funerales, comidas y otras solemnidades. No faltaron tampoco particulares opulentos que tenían gladiadores y los césares, como es lógico, poseían los mejores.

Los autores antiguos, especialmente Suetonio, dan muchos detalles de los combates de gladiadores y de la intervención que en tales fiestas tomaron algunas veces los emperadores. Por ejemplo, Nerón hizo pelear un día en el anfiteatro a cuatrocientos senadores y doscientos caballeros. Trajano, de vuelta de su expedición al Danubio, hizo que, en los 123 días de las fiestas organizadas, combatieran diez mil gladiadores.

Los gladiadores educados en las escuelas por los lanistas se alquilaban o vendían, de suerte que los lanistas eran al mismo tiempo sus maestros y sus empresarios. Estas escuelas, que la gente rica se daba el lujo de sostener en los últimos años de la República, estaban repartidas en diferentes puntos del territorio romano. El Imperio fundó muchas otras: Domiciano estableció cuatro en Roma, llamadas ludus Gallicus, Dacicus, magnus y matutinus. En Preneste, Rávena y Alejandría, a causa de lo saludable de su clima, se establecieron de esta clase de instituciones imperiales y la escuela de Esgrima de Capua conservó mucho tiempo su antigua reputación.

Las termas romanas:
A finales del siglo V a. C. las antiguas estancias de baño asociadas a los gimnasios griegos se perfeccionaron y crecieron en complejidad convirtiéndose en estancias independientes destinadas solo al baño. Estas estancias ofrecían baños de vapor y piscinas frías, templadas y calientes.

En Roma, siguiendo el ejemplo griego, se construyeron estancias similares que pronto fueron del gusto de la ciudadanía. Ya no solo se realizaban los actos de limpieza y relajación, así como aquellos medicinales cuando las aguas tenían propiedades curativas, sino que se añadía un cuidado del cuerpo que incluía prácticas deportivas y un ritual de masajes con diferentes sustancias como esencias y aceites especiales.

El nombre de termas se aplica por primera vez a unos baños construidos por Agripa en el año 25 d. C. Nerón construyó unas termas en el campo de Marte, hoy totalmente desaparecidas. Las primeras termas de carácter monumental son las que inició Domiciano e inauguró Trajano, pero fueron ampliamente superadas por las de Caracalla, cuya inauguración tuvo lugar el año 216.

El uso de las termas se generalizó en el mundo romano a partir del siglo I a. C., cuando se descubrió un sistema que permitía calentar y distribuir el aire caliente gracias al ingeniero Cayo Sergio Orata. Su uso fue difundido por el Imperio romano a toda Europa.

Las actuales ruinas de las termas romanas de Caracalla dan idea del monumental tamaño del complejo termario que se extendía con servicios como biblioteca o tiendas. Estas instalaciones, construidas alrededor del año 217, tenían un aforo de 1.600 usuarios. Las termas de Diocleciano, otras de la importantes instalaciones de este tipo de la capital del Imperio, fueron remodeladas por Miguel Ángel que convirtió su tepidarium en la iglesia de Santa María de los Ángeles.

Los restos termales romanos más antiguos de los que hay noticia son las termas de Pompeya, datadas en el siglo II a. C.

Los baños romanos abrían al mediodía y cerraban al ponerse el sol. En los lugares destinados al baño había departamentos separados para hombres y mujeres; si no había espacios separados, el establecimiento abría unas horas al día para mujeres y otras para hombres. En algunas ocasiones, durante el Imperio, se permitió el baño conjunto a hombres y mujeres.

Publicado por Jamila Saddiki.

IV Costumbres de la Antigua Roma

Educación




A menudo era de origen griego y con el pedagogo (nutritor o tropheus), responsable de enseñarle a leer y de su educación hasta la pubertad, que con sus propios padres. Debía dirigirse a su padre llamándole domine (señor).

La escuela (schola) estaba regida por el calendario religioso, las clases se daban por las mañanas y era mixta hasta los doce años. Un grammaticus era el responsable de enseñarle a los niños los autores clásicos y la mitología, mientras que a las niñas, consideradas adultas a los catorce años (domina, kyria), podían tener un preceptor que le enseñara los clásicos.

La educación tenía lugar en el gymnasium o en la palaestra. En oriente, las principales materias eran Griego, Homero, Retórica, Filosofía, Música y Deporte. En cambio, en la mitad occidental, se enseñaba además latín, en detrimento de la música y el deporte. A los dieciséis o diecisiete años, había una bifurcación en el camino de los jóvenes, que tenían que decidirse por el ejército, o los estudios (cursus honorum).

La mayoría de edad se conseguía al vestir la toga viril, decisión que dependía del tutor o del padre. Que el hijo formara una familia (paterfamiias) era sólo posible tras la muerte de su padre, siendo condenados a muerte por el padre si incumplían esta norma. Entre tanto, sus hijos recibían un pequeño salario (peculium)y debían responder a su autoridad (patria potestas).

Escribían generalmente sobre papiro o pergamino, aunque también utilizaban en menor medida tablillas de marfil o de cera. Tenían útiles de escritura como el punzón y el tintero.

Publicado por Jamila Saddiki.

III Costumbres de la Antigua Roma

Vida cotidiana

Indumentaria: El traje en la antigua Roma constaba de dos tipos de piezas como el griego, llamadas
  • indutus, las interiores,
  • amictus, las exteriores.
En los primeros tiempos, se reducían las prendas a la túnica, semejante al quitón de los griegos y a la toga propia y exclusiva de los ciudadanos romanos que por ello, se llamaban gens togata, mientras ellos decían de los griegos gens paliata. A veces, llevaban otra túnica interior, denominada subúcula, equivalente a nuestra camisa, y la superior solía ceñirse con un cinturón llamado cíngulum o cintus, cerrado con broche o fíbula. La toga era una amplia vestidura de lana, de corte elíptico, cerrada por abajo y abierta por arriba hasta la cintura. Al llevarla, se recogía por los pliegues del lado derecho y se echaban terciados hacia el hombro izquierdo.
  • Su color era generalmente blanco (alba, cándida), sobre todo, en los que aspiraban a la magistratura; de donde se derivó el nombre de candidatos que hoy está en uso en nuestra lengua.
  • Los niños y los magistrados llevaban una toga adornada con tiras de púrpura (trábea, toga praetexta)
  • Los conquistadores en su entrada triunfal vestían la toga con bordados de palmas de oro (toga palmata)
  • Los emperadores ostentaban la toga hecha completamente de púrpura (toga purpúrea) o con bordados de oro (toga picta).
El ientaculum: El ientaculum se correspondía con el desayuno o lo que es lo mismo la primera comida del día, hay que tener en cuenta que el romano se levantaba muy pronto por lo que no era normal hacer comidas copiosas, todo lo contrario, por lo general eran bastante simples y casi siempre tomadas de pie, consistían en pan untado con ajo o sal o sin untar ambos acompañados de un pedazo de queso.

El prandium: El prandium era al mediodía y una de las comidas que los romanos se saltaban habitualmente, o la única que hacían en todo el día dependiendo de sus posibilidades económicas. El prandium consistía en una dieta a base de pan, carne fría, verduras y fruta acompañada con vino, pero todo ello en cantidades moderadas.

La cena: La cena romana se producía después del baño al término de la hora Octava o Nona; en ella los romanos tomaban verduras como entrantes en forma de ensaladas o la plancha, y carne o pescado: podía ser carne roja o blanca y la manera de confeccionarla pasaba por los asados aromatizados con hierbas o la carne a la plancha aderezada con habas, coles, espárragos, etc., o pescados diferentes según la época: sardinas, pez espada, etc., finalizados los segundos platos se pasaba a los postres que solían ser frutas de temporada: uvas, manzanas, peras, etc., acompañadas de vino Nomentum.Los primeros platos

Es importante aclarar que los romanos no bebían mientras comían, pues consideraban que el sabor dejado por el vino desvirtuaba los diferentes paladares para los platos de la cena, por lo que su consumo se posponía hasta llegados los postres o finalizados éstos, cuando estaban saturados de comida y llegaba la hora distendida de las largas conversaciones entre los invitados.


II Costumbres de la Antigua Roma

Familia
La familia romana, a diferencia de la familia europea actual, estaba constituida no solo por los padres, hijos y parientes, sino también por todos los que vivían bajo la autoridad del cabeza de familia o pater familias, incluidos naturalmente los esclavos. Familia es una palabra emparentada con famuli ('los criados') y, por lo tanto, los comprende a ellos también.

La familia romana era legalmente tan fuerte que ciertas cuestiones, que hoy se tratan en los juzgados o en los templos, entonces se trataban en casa, bajo la presidencia del cabeza de familia. La familia era realmente la célula básica de la sociedad romana.
El Pater familias

El pater familias era el hombre que no dependía de nadie y de quien dependían los demás. No importaba que estuviese soltero o casado, ni los años. La mujer nunca podía ser cabeza de familia.

La patria potestas de un cabeza de familia romano era muy fuerte. Puede disponer de la vida, muerte y venta de cualquier miembro de la familia. Puede abandonar legalmente a un hijo nacido de su mujer o puede reconocerlo. Puede incluso prohijar hijos de otros. Puede concertar casamientos de los hijos. Realmente, es él quien forma la familia.

Como jefe de la familia es también el sacerdote de la religión familiar y el juez en los conflictos entre familiares, pero para esto último tiene que contar con el asesoramiento de un consejo familiar.

Para entender lo anterior, hay que tener en cuenta que el parentesco natural, fundado en la descendencia física de la mujer, y que los romanos llamaban cognatio, carecía de valor civil, en tanto el parentesco civil, fundado en el reconocimiento por parte del hombre de su descendencia o en la adopción como hijos de descendencia ajena, y a lo que los romanos llamaban agnatio, era el único parentesco legalmente válido.

El Pater familias
El pater familias era el hombre que no dependía de nadie y de quien dependían los demás. No importaba que estuviese soltero o casado, ni los años. La mujer nunca podía ser cabeza de familia.

La patria potestas de un cabeza de familia romano era muy fuerte. Puede disponer de la vida, muerte y venta de cualquier miembro de la familia. Puede abandonar legalmente a un hijo nacido de su mujer o puede reconocerlo. Puede incluso prohijar hijos de otros. Puede concertar casamientos de los hijos. Realmente, es él quien forma la familia.

Como jefe de la familia es también el sacerdote de la religión familiar y el juez en los conflictos entre familiares, pero para esto último tiene que contar con el asesoramiento de un consejo familiar.

Para entender lo anterior, hay que tener en cuenta que el parentesco natural, fundado en la descendencia física de la mujer, y que los romanos llamaban cognatio, carecía de valor civil, en tanto el parentesco civil, fundado en el reconocimiento por parte del hombre de su descendencia o en la adopción como hijos de descendencia ajena, y a lo que los romanos llamaban agnatio, era el único parentesco legalmente válido.

El matrimonio
El casamiento de dos jóvenes dependía casi exclusivamente de los padres; pocas veces se tenían en cuenta las inclinaciones de los interesados. Una vez decidido el matrimonio el primer paso era la celebración de los sponsales, ceremonia arcaica en la que los respectivos padres concertaban el casamiento de los hijos y establecían la dote que la joven aportaría al matrimonio. Antiguamente los desposados ya quedaban obligados a la fidelidad recíproca y, si el matrimonio no se celebraba en el plazo estipulado, se podía perder la dote. Consultados los dioses, si los agüeros eran favorables, se cambiaban los anillos, que tenían un valor simbólico.

Ante la ley, solo los ciudadanos romanos tenían derecho a contraer matrimonio. La tradición conservó el recuerdo de tiempos en los que los patricios no podían casarse con una plebeya, prohibición caída pronto en desuso (Lex Canuleia). Los hombres se consideraban aptos para casarse a los catorce años y las mujeres a los doce.

Hubo dos formas de matrimonio que estuvieron sucesivamente en vigor:

matrimonio cum manu: la mujer pasaba a formar parte de la familia de su marido y estaba sujeta a su poder marital (manus). Podía realizarse esta unión de tres maneras:

— confarreatio: rito llamado así por la pieza de pan (far) que los esposos compartían durante el sacrificio nupcial. Era la forma de casamiento propia de los patricios.

— coemptio: una venta, primero real, después simbólica, de la esposa. Era el matrimonio plebeyo.

— usus: se contraía mediante la convivencia de los futuros esposos durante un año, pero era preciso que la cohabitación fuese continua: tres noches consecutivas de ausencia llevaban consigo la nulidad.

    matrimonio sine manu o libre: en él la esposa continuaba perteneciendo a la familia paterna y conservando los derechos sucesorios de su familia de origen. A pesar de la facilidad de disolución de este matrimonio (bastaba con la simple separación de los esposos) los romanos tenían conciencia de la seriedad de este vínculo.

La ceremonia de boda
El ceremonial que mejor se conoce es el patricio. La boda constituía uno de los acontecimientos más importantes dentro de la vida familiar.

El día de la boda era escogido con toda cautela; sería pernicioso casarse en mayo, mientras que la mejor época era la segunda quincena de junio.

En la víspera de la boda la joven consagraba a una divinidad sus juguetes de niña; después, se acostaba con el traje nupcial y una cofia de color anaranjado en la cabeza. Eran características de la vestimenta nupcial el peinado y el vestido con velo. El traje era una túnica blanca que llegaba a los pies, ceñida por un cinto. De la cabeza de la desposada caía un velo de color anaranjado (flammentum) que le cubría la cara.

En todos los actos del rito la esposa era asistida por la pronuba, una matrona casada una sola vez. El rito empezaba consultando los auspicios: si el resultado no era malo, quería decir que los dioses eran favorables a esta unión. Terminada esta parte, tenía lugar la firma de las tabulae nuptiales (contrato matrimonial) delante de diez testigos; después la pronuba ponía las manos derechas de los esposos una encima de la otra y con esto los esposos se comprometían a vivir juntos. Acabadas las formalidades, tenía lugar el banquete nupcial.

Después, hacia la tarde, comenzaba la ceremonia de acompañamiento de la esposa a casa del esposo. Este, de repente, fingía arrancar a su joven mujer de los brazos de su madre. Entonces iban a casa del marido. La mujer iba acompañada de tres jóvenes; uno de ellos llevaba una antorcha de espino (spine alba) encendido en casa de la esposa. La gente que los seguía mezclaba cantos religiosos y pícaros. Cuando llegaban a casa del marido, adornaban la entrada con cintas de lana y la untaban con grasa de cerdo y aceite. El marido le preguntaba a la esposa cómo se llamaba; ella le respondía: «Ubi tu Gaius, ego Gaia» («Si tú Gaio, yo Gaia»); entonces los que la acompañaban la levantaban a pulso para que no tocase el quicio de la puerta con el pie y la hacían entrar en la casa. Después era recibida por su marido y la pronuba pronunciaba unas plegarias a la divinidad de la nueva casa. Con esto terminaba la fiesta y los invitados volvían para sus casas.

El día de después del casamiento había un banquete íntimo (repotia, 'reboda') para los parientes de los esposos.

El divorcio
Como todo contrato, el matrimonio podía anularse. Primitivamente, el derecho de revocación pertenecía únicamente al hombre; este solo tenía que reclamarle a su mujer delante de un testigo las llaves de la casa y decirle: «Tuas res habeto» («Coge tus cosas»).

En principio, el matrimonio patricio por confarreatio (vid. supra) no podía disolverse, pero pronto los romanos inventaron una ceremonia de efectos contrarios a la primera, a la que llamaron diffarreatio.

El matrimonio por usus o por coemptio se anulaba con la mancipatio o transmisión de la potestad del marido en favor de un tercero, que manumitía a la mujer.



Publicado por Jamila Saddiki.

I Costumbres de la Antigua Roma

Mitología
La mitología romana está formada por las leyendas y mitos de la religión politeísta practicada en la Roma antigua. La mayoría de las divinidades del panteón romano provienen de Grecia con dioses que suplantaron a las divinidades locales con algunas raras excepciones. Por esta razón algunos artículos dedicados a los dioses romanos de origen griego pueden ser tratados como exactos a sus equivalentes griegos.

II Calendario romano


Denominación de los años:
Para indicar los años, o fechas, los romanos utilizaban tres procedimientos distintos:
  • Tomaban como referencia el año de la Fundación de Roma el 753 a. C. Ponían la palabra año en ablativo seguido del numeral ordinal correspondiente, también en ablativo, y de la expresión ab urbe condita (desde la fundación de la ciudad). Por ejemplo: Anno trecentesimo quarto ab urbe condita, era el año 304 después de la fundación de Roma (en notación actual 304 AUC), o sea el 449 a. C.
  • En la época republicana ponían en ablativo los nombres de los cónsules que gobernaron en el año que querían fechar. Por ejemplo: L. Domitio Ap. Claudio consulibus, significa en el consulado de L. Domicio y de Ap. Claudio, o sea, el 54 a. C.
  • También utilizaron como referencia para indicar los años el 509 a. C., fecha de la expulsión de los reyes (Post reges exactos)

Denominación de los meses:

La denominación de los meses, por orden, era:
  • Martius: en honor a Marte, padre de los fundadores de Roma, Rómulo y Remo, y al que se dedicó el primer mes del año.
  • Aprilis: consagrado a Venus, Apru en etrusco. Otra teoría se refiere a la llegada de la primavera, estación en que se abren (aperire) las flores.
  • Maius: titularidad discutida, ya que algunos afirman que estaba dedicado a la madre de Mercurio, la diosa Maya, que se encargaba de la fertilidad agrícola, mientras otros lo atribuyen a la veneración de los antepasados, los Maiores.
  • Iunius: consagrado a Juno (Iuno). También existe otra posible dedicación a los descendientes, los Iuniores.
  • Quintilis: llamado así por ser el quinto mes (quinque: cinco). A la muerte de Julio César pasó a llamarse Iulius en su honor, por ser el mes de su nacimiento.
  • Sextilis: mes sexto (six: seis). Se dedicó posteriormente a Octavio Augusto y recibió el nombre de Augustus.
  • Septembris: mes séptimo (septem: siete)
  • Octobris: mes octavo (octo: ocho).
  • Novembris: mes noveno (novem: nueve)
  • Decembris: mes décimo (decem: diez)
La siguiente intervención para intentar adecuar el calendario al discurrir de las estaciones la realizó el rey Numa Pompilio, añadiendo, a continuación de la decena ya existente, dos meses nuevos:
  • Ianuarius: en honor a Jano, el dios de las puertas, porque este mes pasó a ser el que abría el año.
  • Februarius: dedicado a Februus (más conocido por el nombre de Plutón), dios de las ceremonias de purificación que se llevaban a cabo en este mes para expiar las culpas y faltas cometidas a lo largo del año que acababa, y para comenzar el nuevo con buenos augurios.

Denominación de los días:
Pintura de la muerte de Julio Cesar. Fue asesinado en los Idus de marzo: el día 15 de marzo.

Para indicar los días del mes, los romanos tomaban como referencia tres fechas únicas, de las que dos se atrasaban o adelantaban en el día que caían, según el mes de que se tratara: las calendas, las nonas y las idus.
  • Las calendas, (kalendae, -arum). Las calendas eran el primer día de cada mes. De esta palabra deriva calendario.
  • Las nonas, (nonae, -arum). Las nonas eran el día cinco de cada mes, excepto en marzo, mayo, julio y octubre en los cuales las nonas eran el día siete.
  • Los idus, (idus, -uum). Los idus eran el día trece de cada mes, excepto en marzo, mayo, julio y octubre, en los que eran el día quince.

Si querían indicar una de estas tres fechas fijas, la ponían en ablativo junto con el adjetivo del mes correspondiente:

Kalendis Ianuariis, en las calendas de enero (1 de enero),
Nonis Octobribus, en las nonas de octubre (7 de octubre).

Si se trataba de indicar el día anterior o posterior de las tres fechas anteriores, se ponía el adverbio pridie o postridie seguido de la fecha y del adjetivo correspondiente del mes en acusativo. Por ejemplo:

Pridie Nonas Ianuarias, la víspera de las nonas de enero (4 de enero),
Postridie Idibus Octobribus, el día siguiente a las idus de octubre (16 de octubre).

Si se trataba de cualquier otra fecha, se contaban los días que faltaban o sobraban para llegar hasta el más próximo de las tres fechas fijas y se colocaba la expresión ante diem, seguida del número del día correspondiente (expresado en numeral ordinal o en números romanos), del nombre de la fecha fija con la que se relacionaba, y del adjetivo del mes de esta última, todos ellos en acusativo. Para hacer la cuenta también se sumaba el día de la fecha fija. Por ejemplo:

Ante diem sextum Kalendas Martias, el sexto día antes de las calendas de marzo (24 de febrero). 


Denominación de las horas:
Los romanos no dividían el día en 24 horas o en 24 partes iguales durante todo el año.

Repartían el tiempo de luz (el día) en doce horas. De esta manera, en verano, las horas resultaban más largas que en invierno. Para medir las horas, utilizaban relojes de sol (horologium, v. reloj de sol), y más raramente de agua (clepsydra, v. clepsidra).

Las horas se expresaban con números ordinales: hora prima, hora secunda, hora tertia, etc. La hora prima era la primera del día, la del amanecer. La hora que marcaba el final del día, la puesta de sol, era la hora duodécima. De la hora sexta, que marcaba el mediodía, procede la palabra siesta.

La noche se dividía en cuatro partes denominadas vigilia: prima vigilia, secunda vigilia, etc. Tenían una duración diferente según fuera la época del año.

Esta distribución en cuatro partes y el propio nombre guardaban relación con los turnos de vigilancia de los campamentos militares. También las unidades de bomberos de Roma, de carácter militar, se denominaban vigiles: cohortes vigilum.



I Calendario romano

Calendario romano

Según la tradición romana, el origen mítico del antiguo sistema para dividir el tiempo se debió al primero de los reyes, Rómulo. Se utilizó en la Antigua Roma hasta el 46 a. C. con la implementación del calendario juliano.

Antecedente
Originariamente, muchas culturas antiguas utilizaban el calendario lunar para contar el tiempo.

Los pueblos romanos primitivos tenían diferentes calendarios lunares, cada uno con su propio número de meses, su propia duración del año y de los meses, por ejemplo, los habitantes de Alba Longa tenían un calendario de 10 meses, de 18 a 36 días cada mes; los de Lavinia tenían otro de 374 días distribuido en 13 meses; los etruscos tenían meses basados en la luna llena.

Según la tradición, el calendario romano fue creado durante el reinado de Rómulo, fundador de Roma. Comprendía diez meses lunares, de marzo a diciembre. Entre diciembre y el comienzo del año siguiente había un período que no correspondía a ningún mes, dado que era el periodo en que no había labores agrícolas. El año por tanto duraba alrededor de 304 días o bien 10 meses lunares.

Posteriormente se realizó una reforma atribuida por la tradición al rey Numa Pompilio, segundo rey de Roma. Se modificó la duración de los meses para que duraran 29 y 31 días alternativamente (para los romanos, los números pares traían mala suerte), y se añadieron dos meses adicionales entre diciembre y marzo: enero y febrero. Desde mediados del siglo ii a. C., el año, que hasta entonces había empezado en el mes de marzo, pasó a comenzar en enero. Así el año pasó a durar 365 días: febrero tenía 28 días, marzo, mayo, julio y octubre 31, y el resto 29, dando un total de 355 días. Como después de la reforma de Numa Pompilio las cosas no se arreglaron, ya que seguía el calendario lunar oficial desfasado con el curso estacional, basado en el ciclo solar, se optó por añadir cada cuatro años dos meses, uno de 22 y otro de 23 días, denominados Mercedonios o Intercalares.